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Muralla María
Eren Jeager

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Año 850

"Cinco años despues de la caida de la caída de Shinganshina"

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La noche estaba avanzada cuando llegamos a las cercanías del Muro María. La oscuridad se extendía sobre nosotros como un manto negro, iluminado solo por las rocas resplandecientes que nos guiaban. Cada paso que dábamos estaba impregnado de una mezcla de esperanza y temor, y yo no podía dejar de pensar en lo que nos esperaba.

Jean, con su habitual sentido práctico, sugirió que adoptáramos una postura de seguridad. Señaló hacia la base de una pequeña roca, donde un titán estaba reposando. La visión del titán, tan cerca, me hizo temblar.

—¡Mierda, está demasiado cerca! —exclamé, mi voz temblando de nervios.

Hange, siempre preparada para cualquier situación, intentó distraerme con algunos conocimientos que había aprendido.

—La luz de la luna es simplemente un reflejo de los rayos del sol que llegan a la Tierra —dijo Hange, mientras nos señalaba el titán—. Por eso algunos titanes pueden moverse por la noche.

A pesar de su intento de calma, la realidad era que una parte de mí seguía sin esperanza. Miré a mi alrededor y vi que Armin y Mikasa se dieron cuenta de que estaba temblando.

—¿Tienes miedo de los titanes? —preguntó Armin, tratando de entender mi estado.

Asentí lentamente.

—Sí, supongo. En general, todos sentimos cierto temor hacia ellos. Recuerdo cómo me quedé congelado frente a un titán y tú me salvaste —le respondí.

Armin parecía recordar aquel momento con incertidumbre.

—Pero, ¿por qué lo hiciste? —preguntó.

—Fue como si el libro sobre el exterior que leímos me hubiera atrapado —dije—. Desde entonces me he sentido enjaulado.

Armin me miró con una mezcla de comprensión y aliento.

—Gracias por decir eso. Me has dado una razón para seguir adelante —le dije, sintiendo un leve alivio.

Mikasa, al notar el lugar familiar, se adelantó y nos indicó.

—Reconozco este sitio. Es el lugar donde solía recoger leña cuando era niña —dijo Mikasa, señalando a nuestro alrededor—. También puedo escuchar el río.

El crepúsculo empezó a devolver sus colores al entorno, y el comandante Erwin se dirigió a nosotros con una expresión grave.

—Podemos enfrentar un posible peligro por titanes ocultos. Utilicen el equipo de maniobras tridimensionales —ordenó Erwin—. La meta del enemigo es capturar a Eren. No sabemos si están al tanto de que Eren puede cerrar el muro, pero es su objetivo principal. Tendremos un centenar de soldados con identidades ocultas para cubrir la operación. Para cuando descubran quién es Eren, la abertura estará sellada.

Mientras avanzábamos, me detuve en la cima de la muralla para observar el escenario. Levi, con su carácter implacable, me ordenó sin rodeos.

—No te detengas, Eren. Sigue adelante.

Miré a Armin, que había encontrado restos de una fogata, y se lo notificó a Erwin. No tardamos en tomar una decisión. A pesar de que el enemigo nos tenía donde quería, el plan debía seguir.

𝐄𝐥 𝐄𝐜𝐨 𝐝𝐞 𝐃𝐨𝐬 𝐀𝐥𝐦𝐚𝐬º 𝗘𝗿𝗲𝗻 𝗝𝗲𝗮𝗴𝗲𝗿Donde viven las historias. Descúbrelo ahora