Fin

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Dos años habían pasado y Riley Andersen, ahora con 18 años, caminaba tranquilamente por la calle con sus auriculares puestos. El tiempo había madurado su figura atlética; sus ojos azules brillaban con determinación y su cabello rubio ondeaba con el viento. Llevaba unos jeans y una camiseta blanca que resaltaba su complexión levemente tonificada, complementada con una chaqueta de cuero negro y zapatillas deportivas. Se dirigía hacia las canchas de fútbol, donde una de sus mejores amigas, si no era la mejor, Lynn, tenía un partido crucial.

Riley se sentó en la tribuna, apoyando a Lynn con entusiasmo. A su lado estaba Casey, su mejor amigo, y Emily, la novia de Lynn, quien no paraba de animarla con todas sus fuerzas. El partido fue intenso, pero al final, las habilidades de Lynn brillaron. Ganaron 3-0, y Lynn levantó la copa con orgullo, una vez más demostrando ser una ganadora nata.

Después del partido, todos fueron a felicitar a Lynn. Riley, con una sonrisa en el rostro, se acercó para felicitarla también, pero tenía otros planes en mente. Se despidió de sus amigos y se dirigió a una tienda de chocolates cercana. Entró y eligió una caja con forma de corazón, sabiendo que su destinataria la apreciaría.

Con la caja de chocolates en la mano, Riley siguió su camino hasta llegar a una casa familiar. Tocó la puerta unas cuantas veces, pero no hubo respuesta. Sonrió, pensando para sí misma, "Está dormida". Buscó debajo de una roca en el jardín, encontrando una llave que siempre estaba allí. Abrió la puerta y entró silenciosamente.

El interior de la casa era cálido y acogedor. Riley dejó sus zapatos en la entrada y caminó hacia la habitación de su novia, Val. Abrió la puerta con cuidado y allí estaba Val, dormida plácidamente en su cama. La luz suave del atardecer entraba por la ventana, iluminando el rostro sereno de Val.

Val, con el tema de la universidad, había estado muy ocupada, tanto que apenas tenía tiempo para salir con Riley. Siempre que tenía una oportunidad de salir, intentaba recompensarla comprándole cosas o invitándola a comer. La situación era tan grave que hasta las caricias atrevidas habían disminuido; la última vez que estuvieron juntas de esa manera fue hace un mes. El sueño afectaba mucho el rendimiento de su novia, y aunque ese día habían acordado salir, Riley prefirió dejarla descansar.

Con cuidado, Riley abrió los cajones y sacó ropa para Val, dejándola al borde de la cama. Luego, se quitó su chaqueta y camisa, y se puso una camisa de Val que, aunque le quedaba un poquito grande, le gustaba ponérsela porque le recordaba a su novia. Le dejó una nota que decía "Tranquila, descansa" antes de salir de la habitación.

Bajó al primer piso y decidió organizar un poco la casa de Val. Sus padres casi nunca estaban, así que Val también tenía que encargarse de eso. Riley comenzó a ordenar el desorden, recogiendo ropa y limpiando las superficies. Mientras trabajaba, su mente vagaba por los recuerdos compartidos con Val y los sueños que tenían juntas.

Después de un rato, la casa estaba visiblemente más ordenada. Riley se sentó en el sofá y miró alrededor, sintiéndose satisfecha. Val merecía un descanso, y Riley estaba decidida a hacer todo lo posible para que su novia se sintiera amada y apoyada.

Decidió ir a la cocina para ver si había alguna soda para tomar. Mientras buscaba en la nevera, sintió de repente unas manos firmes en su cintura. Al voltear, vio a su novia con la ropa que le había dejado en el borde de la cama puesta y una toalla en sus hombros, claramente recién salida de la ducha. Val tenía un poco de chocolate en el labio, su pequeña debilidad.

—Hey tú —dijo Riley sonriendo, mientras levantaba una ceja— ¿Acabas de comerte los chocolates?

Val sonrió con una mezcla de timidez y picardía, limpiándose el labio con el dedo.

Solo Mía: Riley x ValentinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora