NARANJAS

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¡Hola a todos! Soy Mia, y os voy a contar la aventura más loca y maravillosa de mi vida. Todo comenzó un día normal, cuando mi mejor amiga Cala, la persona más dulce y reservada que conozco, me llamó con una noticia que cambiaría nuestras vidas.

—¡Mia, no te lo vas a creer! —gritó Cala por teléfono—. ¡He ganado un viaje a Hawái y tú vienes conmigo!

En ese momento, yo estaba en medio de mi intento número 73 de hacer malabares con tres naranjas. ¡Las naranjas volaron por todas partes cuando escuché la noticia! Dejé todo (incluidas las naranjas rodando por el suelo) y me puse a gritar de la emoción. En mi torpe entusiasmo, una de las naranjas decidió vengarse y se interpuso en mi camino. Tropecé y me caí estrepitosamente al suelo.

Por decirlo bonito, por que en pocas palabras me caí de culo. 

Cala, escuchando el ruido, preguntó preocupada:

—¿Mia? ¿Qué ha sido todo ese estruendo? ¿Estás bien?

—¡Auch! —le respondí mientras intentaba levantarme—. Me he tropezado con una de las naranjas. Estoy bien, solo un pequeño... desliz.

Cala soltó una risita y dijo:

—Mia, eres un desastre con patas. Pasas más tiempo en el suelo que de pie.

Así que allí estábamos, en el aeropuerto, cargadas de maletas y risas nerviosas. No podía dejar de hacer bromas sobre la posibilidad de encontrarnos con alguna celebridad en el avión. 

No todos los días viajas en primera clase. 

Cuando de repente, veo a dos hombres increíblemente atractivos esperando para embarcar. Uno de ellos tenía el cabello oscuro y unos ojos que podrían derretir el hielo, y el otro era rubio con una sonrisa que parecía sacada de un anuncio de pasta de dientes.

—La madre que me parió, mira esos chicos —le susurré, tratando de no señalar descaradamente—. Si eso es pecar el infierno es todo mío. Benditos los óvulos de tu madre.

—Cuando quieras puedes ir cerrando la boca, estás dejando charco, además te van a oír. — Si, creo que a veces mi mejor amiga se avergüenza de mi.

Nos subimos al avión y, por pura casualidad (o destino, como prefiero llamarlo), los chicos se sentaron justo detrás de nosotras. No pude resistir la tentación de hacer una de las mías.

—Oye, Cala —dije en voz alta—, ¿sabías que en Hawái la gravedad es un 10% más baja? Por eso todo el mundo parece más guapo.

Los chicos se rieron y pronto estábamos conversando como si nos conociéramos de toda la vida. Ellos mismos se presentaron, Eros y Ashton. Ambos estaban en Hawái para unas merecidas vacaciones.

Cuando estábamos guardando nuestras cosas en los compartimentos superiores, yo, con mi increíble gracia natural, intenté levantar mi bolso. En ese momento, una azafata con cara de mala uva pasó por detrás de mí y me empujó "sin querer". Tropecé y, como si el universo tuviera un extraño sentido del humor, caí directamente en los brazos de Eros.

—¡Vaya, parece que literalmente has caído del cielo! —dijo Eros con una sonrisa mientras me ayudaba a levantarme.

—Sí, bueno, suelo hacer entradas dramáticas —respondí, riéndome de mi propia torpeza mientras me incorporaba.

Cala, con una mezcla de preocupación y diversión en su rostro, me miró y dijo:

—Lo dicho, eres un desastre con patas.

El vuelo se pasó volando (¡ja!) entre risas y anécdotas. Para cuando aterrizamos en Hawái, ya nos sentíamos como viejos amigos.

Pero la mejor parte estaba por venir. Resulta que Eros y Ashton se alojaban en el mismo hotel que nosotras. Cuando llegamos al lobby, nos miramos y estallamos en risas.

MI DESASTRE FAVORITODonde viven las historias. Descúbrelo ahora