POR CULPA DE LA IGUANA

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Desperté porque mi amiga Cala había decidido olvidar cerrar las cortinas anoche, y ahora el sol estaba tratando de cocinarme viva. Y el sonido que producía Cala al tararear... Bueno, digamos que parecía que estaba haciendo un karaoke de mala calidad mientras le daban dos infartos al corazón y un ictus simultáneamente. Estoy bastante segura de que sus berridos podrían ser considerados un método de tortura en Guantánamo.

—¡Cala, o te callas o voy a meterte el cepillo de dientes en la boca! —le grité, con el humor matutino que tengo recién despierta. Pero, en el fondo, soy un amor, que conste.

—¡Buenos días, Bella Durmiente! ¿Cómo está mi desastre hoy? —me respondió con una sonrisa demasiado radiante para ser real.

—A punto de matarte —mascullé, con los ojos aún pegados por el sueño.

—¡Venga, levántate! Hemos quedado con el futuro padre de mis hijos en media hora.

—No sé cómo tienes ese humor por las mañanas. —Intenté levantarme, pero mis ojitos bonitos se volvieron a cerrar.

—¡Me cago en tu... Cala! —exclamé cuando, para mi gran desdicha, la muy perra me tiró un vaso de agua encima. —¡Me las pagarás!

—Venga, solo tienes veinte minutos —dijo, mientras se reía de mi desdicha.

Con el pelo empapado y una actitud que podría ganar un premio en una competición de mal genio, me vestí rápidamente con un pantalón corto de tiro bajo y una camiseta blanca fina con un dibujo de Piolín. Cala, como siempre en perfecta sintonía conmigo, llevaba un atuendo muy similar.

—¿Lista para conquistar Maui? —dijo ella, tratando de inyectarme un poco de entusiasmo.

—¡Tengo sueño! ¿No se supone que estamos de vacaciones? —respondí, con más de un gruñido en mi tono.

—Vamos, perra, si te mueres por ver al dios griego. ¡Ahora caigo! Él tiene nombre de dios griego y tú raíces griegas... ¡ainssss qué bonito!

—Déjate de tonterías y vamos.

Al llegar al hall del hotel, encontramos a Eros y Ashton esperándonos. Eros, con su sonrisa de "acabo de protagonizar una película de Hollywood", llevaba unos shorts de surf y una camiseta sin mangas que mostraba sus músculos. Ashton, siempre más elegante, optaba por un look similar pero con un toque más pulido.

—¡Buenos días! —dijo Eros, y esa sonrisa podría haber encendido una ciudad entera.

—Buenos días —respondí, intentando no parecer una tonta babeante—. Tenemos un plan genial para hoy. Queremos ir a Maui y hacer turismo. ¿Os apuntáis?

—¡Por supuesto! —respondió Ashton—. Pero antes quiero desayunar. Me muero de hambre.

—¿Y tú cuándo no te mueres de hambre? —preguntó Eros, con una sonrisa burlona.

—Comer es un placer, amigo, y yo de placeres sé mucho —dijo Ashton con una expresión de satisfacción.

—¡Socorro! ¡Cala acaba de tener un infarto vaginal! —exclamé, viendo a Cala hacer una mueca de horror.

—¿Así? —preguntó Cala, con la mejor de sus sonrisas—. Vaya, eso es bueno saberlo.

—Cancelar la ambulancia, la hemos perdido... —murmuré mientras se reía.

Después de un desayuno lleno de bromas y anécdotas, nos dirigimos al puerto para tomar el ferry hacia Maui. El viaje fue rápido y lleno de risas... y de mareos.

—Ayer os contamos nuestras anécdotas, hoy os toca a vosotros —dije, mientras nos acomodábamos en el ferry.

—Empiezo yo —dijo Ashton—. Un día, en un viaje a Las Vegas...

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