NO GANO PARA SUSTOS CONTIGO, PEQUEÑA

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Los días en Svelbert habían llegado a su fin, y tras la enorme cena de Año Nuevo, el tres de enero marcaba el regreso a la rutina. Pero yo no podía dejar de pensar en los mensajes que Mia había estado recibiendo. Desde que los descubrí, llegaron dos más, cada uno más perturbador que el anterior.

El primero de los nuevos mensajes decía:

"No te creas intocable por estar al lado de Eros Bennet. Él no va a poder protegerte siempre, y cuando menos lo esperes, serás tú la que pague por todo. Disfruta mientras puedas, porque el final se acerca."

El segundo fue aún más directo y cruel:

"Vas a sufrir, Mia. A ti y a ese bebé os tengo en el punto de mira. No habrá lugar donde puedas esconderte. No eres más que una piedra en el camino, y las piedras se aplastan. Aléjate de los Bennet"

Le habían dejado claro a Mia que iban a por ella, y lo peor es que sabían sobre el bebé. Esto no era un simple juego, esto era una amenaza real, y cada palabra me ponía más en alerta. Tenía que hacer algo, no podía quedarme de brazos cruzados. Mia y nuestro hijo estaban en peligro, y no había nada más importante que protegerlos.

Nada más llegar a la oficina, después de haber dejado a Mia en la planta de arriba, Ashton y yo decidimos que era el momento de tomar cartas en el asunto. No podía decirle a Mia lo que estaba a punto de hacer, no hasta que tuviera todo bajo control. Lo último que quería era que se preocupara más de lo que ya lo hacía.

Media hora después, Nikos estaba sentado en mi oficina, con la misma preocupación reflejada en sus ojos que yo sentía por dentro.

-Quiero contratar seguridad para Mia -dije con seriedad.

Nikos asintió, su expresión dura pero comprensiva.

-Yo también había pensado en ponerle un par de guardaespaldas. Las amenazas que está recibiendo mi hija son muy serias.

Ashton, que estaba apoyado en la mesa, intervino con una propuesta que, aunque sabía que era ilegal, empezaba a parecer necesaria.

-Sé que es una línea que no deberíamos cruzar -comenzó-, pero había pensado en pincharle el teléfono a Mia.

Miré a Nikos, que parecía reflexionar la idea. No era algo que me gustara, pero Ashton tenía razón en algo. Mia era obstinada, y si recibía más mensajes, era probable que no nos lo contara.

-Esto aseguraría que, si le llegan más mensajes, estemos al tanto, porque mi hija es una cabezona -dijo Nikos, con una mezcla de preocupación y orgullo en su voz-. No podemos permitir que ella nos oculte nada más.

Respiré hondo, sabiendo que no me gustaba la idea de invadir su privacidad, pero la seguridad de Mia y nuestro hijo era lo más importante.

-Está bien, pero solo quiero que lo hagamos con los números extraños, los que no reconozcamos -aclaré-. No quiero invadir su espacio más de lo necesario, pero no puedo arriesgarme. Además, quiero poner un par de guardaespaldas, reforzar la seguridad aquí en las oficinas y en casa. Aunque, en casa será más complicado... No podrán entrar sin el código del ascensor, pero aún así, quiero estar cubierto.

-Me parece bien -respondió Nikos, su tono firme-. No me importa lo que cueste, no vamos a dejar que mi hija y mi nieto estén en peligro.

Ashton asintió, y todos estábamos de acuerdo en lo que había que hacer. Sabía que esto podría molestar a Mia si se enteraba, pero era un riesgo que estaba dispuesto a correr. Prefiero que se enfade conmigo un par de días, a que cualquier cosa le pase a ella o a nuestro bebé.

Cuando Ashton y yo no pudimos contactar ni con Cala ni con Mia a mediodía, un mal presentimiento comenzó a instalarse en mi pecho. Ashton trataba de tranquilizarme, recordándome que siempre comían juntas, pero algo no me cuadraba.

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