QUE EMPIEZE EL SHOW

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Cuando me desperté, me sentía agotado, como si las emociones del día anterior me hubieran pasado factura. Mia había pasado casi todo el día en la oficina, trabajando en el caso del juicio del hotel. Me encanta verla concentrada, metida en su mundo cuando trabaja, pero también me preocupaba verla tan entregada. Quiero que descanse, que no se desgaste de esa manera. Quiero cuidar de ella y del bebé que viene en camino.

Me giré en la cama y allí estaba ella, durmiendo en una de sus posturas extrañas, de esas que solo ella sabe hacer. No pude evitar reírme mientras la miraba. Es increíble cómo esta mujer loca, con todas sus peculiaridades, ha conseguido enamorarme hasta lo más profundo. No solo eso, sino que me iba a dar un hijo, nuestro hijo.

Con suavidad, acaricié su carita. Me levanté con cuidado para no despertarla, decidido a prepararle algo especial para el desayuno. Sabía que hoy sería un día largo y complicado para ambos. El juicio contra los hoteles comenzaba, y quería que, al menos, empezara el día con una pequeña sorpresa.

Me puse manos a la obra en la cocina, preparándole esos sándwiches de Nutella calentitos que tanto le gustan. Añadí un tazón con sus frutas favoritas y un vaso de zumo de fresas y plátano. Siempre me sorprende su amor por el dulce. ¿Cómo puede gustarle tanto? pensé para mí mismo, sonriendo.

Poco después, escuché sus pasos bajando las escaleras. Al girarme, vi cómo entraba a la cocina, y en ese instante me enamoré de nuevo, un poco más. Mia tenía el pelo revuelto, los ojos aún entrecerrados por el sueño, y lo que más me llamó la atención fue que su barriguita de casi cuatro meses se veía un poco más redondeada.

-Buenos días, pequeña -le dije, acercándome para darle un beso.

-Hola, amor... Buenos di... -interrumpió su frase al olfatear-. ¿Son sándwiches de Nutella calentitos? -dijo con una sonrisa de oreja a oreja.

Me reí al verla tan emocionada.

-Para ti, todos los que quieras -respondí, entregándole el plato mientras me inclinaba para besarla de nuevo.

Ella se sentó en la mesa, con esa mirada de felicidad al ver el desayuno. Para mí, no había mejor forma de empezar el día que verla así, relajada y feliz. Pero ambos sabíamos que el día que nos esperaba no iba a ser fácil.

Cuando Mia dio el primer bocado al sándwich, soltó un ruido de puro placer que me hizo sonreír. Acto seguido, comenzó a hacer ese baile ridículo que siempre hacía cuando algo le encantaba, moviendo los hombros y las manos de un lado a otro, aunque esta vez estaba sentada.

-¿Otra vez tu baile de la felicidad? -le pregunté, riéndome mientras la observaba.

Ella me miró con una sonrisa enorme, todavía masticando, y asintió con entusiasmo.

-¡Es que está tan bueno! -dijo entre risas, haciendo una pausa para seguir con su "bailecito".

No pude evitar reírme más. Cada día con Mia era una sorpresa, y esos pequeños detalles, esos momentos espontáneos, me recordaban constantemente por qué estaba tan locamente enamorado de ella.

Mia se había comido tres sándwiches, casi todo el tazón de frutas y el zumo. Me miró con una sonrisa mientras se acariciaba la barriga.

-Cosita está feliz -dijo Mia, tocándose suavemente su vientre.

No pude evitar reírme cuando añadió:

-Cosita y mamá están felices solo comiendo Nutella.

Me acerqué, apoyando una mano sobre su barriga abultada, sintiendo una conexión más fuerte que nunca con ella y nuestro bebé.

MI DESASTRE FAVORITODonde viven las historias. Descúbrelo ahora