Eros seguía en su misión de robarme un beso y mi batido. Intentaba acercarse con disimulo, pero no lo conseguía, y yo no podía evitar reírme cada vez que lo esquivaba.
-Si sigues así, Eros, lo que vas a probar es el suelo -le solté entre risas, y vi cómo él fingía rendirse mientras también se reía.
Después de tomarnos los batidos, íbamos caminando hacia el coche. Yo no podía dejar de pensar en lo raro que le parecía a todo el mundo que pidiera el batido de lima-limón con helado de Coca-Cola.
-No entiendo por qué a todos os resulta raro que siempre pida ese batido -dije, haciendo un pequeño puchero-. ¡Si está delicioso!
Eros, aún con esa sonrisa tan suya, me cogió de la mano y me miró directamente.
-Yo tampoco lo entiendo, pequeña, pero... -hizo una pausa dramática, de esas que solo él sabe hacer-, lo que sí quiero saber es si lo de esta tarde puede considerarse una cita.
No pude evitar soltar una carcajada. Le miré levantando una ceja, divertida.
-Para ser una cita es un poco extraña, ¿no crees?
Él se paró de repente, tirando un poco de mi mano para acercarse más.
-Pues si no lo consideras una cita, entonces voy a tener que pedirte una para esta noche. ¿Qué me dices? -preguntó con ese tono tan seductor que a veces me hacía temblar, pero esta vez no me iba a dejar impresionar tan fácilmente.
-Veremos... -le respondí, con una sonrisa traviesa, dejando abierta la posibilidad.
Cuando llegamos al hotel, paré el coche frente a la entrada. Eros me miró, curioso, y justo cuando iba a abrir la puerta, me adelanté.
-Paso a por ti a las nueve -dije, guiñándole un ojo.
Eros se quedó sorprendido, frunciendo ligeramente el ceño.
-¿A las nueve? -repitió, como si le costara procesar lo que acababa de escuchar.
-Sí, para la cita -respondí, intentando no reírme de su cara de confusión. Él abrió la boca para decir algo, pero lo corté antes de que pudiera añadir más-. Y antes de que digas nada, sé que te gusta ser tú el que manda, pero esta vez paso yo a por ti, pequeño.
Eros esbozó una sonrisa, pero no pudo evitar sacudir la cabeza, divertido.
-Ni lo sueñes, Mia. Es una cita, así que yo iré a por ti.
-Ah, ¿sí? -respondí, alzando una ceja desafiante-. Pues entonces, te estaré esperando en mi casa a las nueve. Pero no llegues tarde, ¿eh?
Eros rió suavemente y se inclinó hacia mí para darme un beso en la mejilla, lo suficientemente cerca de los labios como para que me pusiera algo nerviosa, pero sin llegar a tocarme donde él quería.
-A las nueve, puntual, pequeña -dijo, saliendo del coche con esa sonrisa arrogante que le salía tan natural.
No quería admitirlo, pero estaba nerviosa. ¿Una cita con Eros? ¡Venga ya! Había intentado mantener la calma, pero desde que lo dejé en el hotel, no había dejado de darle vueltas a qué ponerme. Solo tenía una hora para estar lista. ¡Una maldita hora!
Llegué a casa lo más rápido que pude, y mientras Pitufo se acomodaba en su rincón, yo fui directa al armario. Después de dudar un rato, me decidí por un vestido dorado con un ligero brillo, sin tirantes. Se ataba en la espalda con un lazo que le daba un toque más especial. "Perfecto", pensé. Me puse unas sandalias a juego y cogí un bolso pequeño que combinaba con el vestido.
Antes de salir del baño, me ondule un poco el pelo, solo lo justo para no parecer una leona. ¿Maquillaje? Lo justo. Entre los nervios y el calor, no era plan de ponerse una capa pegajosa en la cara que luego acabaría derritiéndose. Me miré en el espejo y solté un suspiro. No estaba mal. Aunque claro, no sabía si Eros estaba acostumbrado a algo más... espectacular.
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MI DESASTRE FAVORITO
Ficção AdolescenteMia Thomson es una chica de 26 años con una mezcla única y extravagante: padre griego, madre noruega, y nacida en Sídney. Estudió Derecho Mercantil, y según su amiga Cala, es un "desastre con patas" certificado. Mia es la definición perfecta de torp...