CONSEGUIRE ESE BESO, Y MUCHOS MAS

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Apoyado contra ella, sentía cómo su respiración se mantenía firme, pero no podía dejar de pensar en lo mucho que la había echado de menos. Tenerla entre mis brazos otra vez, aunque solo fuera por unos minutos, hacía que todo lo demás pareciera insignificante.

-Te he echado de menos, pequeña -le susurré, intentando que mi voz no sonara demasiado desesperada, aunque, sinceramente, lo estaba-. Ojalá esos días en Hawái no se hubieran acabado nunca.

Ella no dijo nada, pero sabía que me estaba escuchando. La forma en que se tensó ligeramente me lo confirmó. Seguí hablando, porque lo que sentía por ella no podía quedarse dentro ni un segundo más.

-Si por mí fuera -le dije, acercándome más, sintiendo su calor a través de la ropa-, te habría secuestrado. Nunca habríamos salido de allí.

Mia soltó una risa suave, pero seguía sin moverse demasiado. Yo, por mi parte, me hundía más en el momento, en esa mezcla de deseo y frustración que llevaba acumulada durante meses.

-Bueno -respondió finalmente, con ese tono entre sarcástico y dulce que tanto me volvía loco-, pero aquí estamos. Volviendo a la realidad.

Apoyé la frente en su espalda, dejándome llevar por el aroma de su piel, por el simple hecho de tenerla cerca.

-Tienes razón -murmuré, sonriendo contra su camiseta-. Pero eso no significa que no pueda seguir echándote de menos.

Me aparté ligeramente, solo para verla de perfil. Mia seguía apoyada en la barandilla, mirando al frente, pero su expresión me decía mucho más de lo que estaba dispuesta a admitir. Ella me importaba, mucho más de lo que nunca había imaginado que alguien pudiera importarme.

-No te vas a librar de mí tan fácilmente -le dije, intentando aligerar el ambiente, aunque por dentro estaba deseando que todo fuera tan sencillo como esas palabras.

Ella giró la cabeza, mirándome de reojo, y esa chispa en sus ojos me hizo sonreír.

Mia se apartó ligeramente de la barandilla, mirándome con esa mezcla de serenidad y distancia que últimamente me traía de cabeza.

-Bueno, ya que parece que Ashton no va a aparecer... -dijo, mirándome de reojo con una media sonrisa-. Puedes dormir en la habitación donde te has cambiado. Está libre, así que aprovéchala.

Intenté leer en su expresión alguna señal de que quizá lo decía con otra intención, pero Mia era una maestra en ocultar lo que sentía. Me hizo un gesto hacia la puerta, dándome a entender que ella se iba a dormir ya. No iba a insistir más; había aprendido que con Mia no servía forzar las cosas.

-Buenas noches, Eros -me dijo, con un tono que intentaba ser casual, pero había algo más escondido en sus palabras. No sabía qué era, pero lo sentí.

-Buenas noches, pequeña -respondí, acercándome un poco más. Antes de que pudiera pensarlo dos veces, dejé un beso suave en la comisura de sus labios, un roce apenas perceptible, pero suficiente para hacer que su respiración se entrecortara por un segundo.

Mia me miró, claramente sorprendida, pero no dijo nada. Solo me dedicó una última mirada antes de girarse y caminar hacia su dormitorio.

Mientras la veía desaparecer por el pasillo, una sonrisa se me escapó. Esa chica tenía la capacidad de volverme loco, de sacarme de mi equilibrio, y yo no podía evitarlo.

No podía dormir. Daba vueltas y vueltas en la cama, frustrado, sabiendo que Mia estaba a solo unos metros de distancia. Después de lo que habíamos vivido en Hawái, después de haberla sentido tan mía tantas veces, no era posible que ahora simplemente me quedara ahí, en silencio, fingiendo que todo estaba bien.

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