TRANQUILA PEQUEÑA

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Me desperté de repente, con el corazón latiendo rápido, pero sin saber muy bien por qué. Miré a mi lado y vi a Eros durmiendo profundamente, su rostro tranquilo, como si el mundo no pudiera alterarlo. No quería despertarle. Se lo merecía. Después de todo lo que había pasado, también necesitaba descansar. Así que me levanté con cuidado, intentando no hacer ruido.

Al llegar a la cocina, el silencio de la noche me envolvió, dándome esa paz momentánea que necesitaba. Preparé un café cargado, fuerte, porque sabía que la noche sería larga. Tenía que seguir trabajando en la defensa de los hoteles, no podía permitirme retrasos. Era una responsabilidad enorme, y si no lo hacía bien, las consecuencias podrían ser devastadoras.

Mientras me sentaba frente al portátil, mi mente no dejaba de dar vueltas a lo que sabía sobre Harvin Morgan y Simon Bennet. Sabía que en algún momento esos nombres tendrían que salir a la luz. Pero... ¿era ahora el momento adecuado para revelarlo? No estaba segura. Era información delicada, y si no la manejaba con cuidado, podía terminar siendo un problema aún mayor.

Suspiré, pasando las manos por mi cara. Tenía que tomar una decisión. No podía quedarme en esta incertidumbre eternamente. Sabía que esos dos hombres tenían más que ver con todo lo que estaba pasando de lo que parecía. Pero si hablaba, si sacaba todo a la luz, también expondría a Eros y su familia. Y eso era lo último que quería.

Tomé un sorbo de café, intentando calmar mi mente. Necesitaba pensar con claridad, y sobre todo, no dejarme llevar por el miedo o la duda.

Estaba completamente concentrada en los documentos del juicio, analizando cada detalle, cada posible punto débil en la defensa de los hoteles. Sabía que la primera vista del juicio sería crucial, y no podía permitir errores. Harvin Morgan y Simon Bennet seguían rondando en mi cabeza, y no lograba decidir si debía incluir su implicación en esta primera fase del proceso. Tenía que estar preparada para cualquier cosa.

La fatiga comenzó a apoderarse de mí sin que me diera cuenta. Me recosté un poco sobre el teclado, solo para descansar los ojos un momento... pero en algún punto entre revisar contratos y evidencias, me quedé dormida.

-Mia, despierta -escuché la voz grave de Eros, suave pero firme, mientras me sacudía ligeramente el hombro.

Abrí los ojos con dificultad, parpadeando varias veces hasta que me di cuenta de dónde estaba. Eros me miraba con una media sonrisa, aunque sus ojos delataban una mezcla de preocupación y prisa.

-Son las siete de la mañana -me dijo-. Tenemos que salir en dos horas para ir al juicio.

Me incorporé de golpe, con el corazón acelerado. ¡No podía creer que me hubiera quedado dormida en medio de todo este lío! Asentí sin decir nada y me levanté rápidamente para dirigirme a la ducha. No había tiempo que perder.

El agua caliente me despejó lo suficiente como para calmar mis nervios. Sabía que no podía presentarme en el juicio agotada, pero ya no había vuelta atrás. Tenía que estar lista. Al salir de la ducha, busqué en mi armario algo adecuado y me decidí por un vestido rosa palo que llegaba justo por encima de las rodillas, elegante pero discreto. Lo combiné con unos tacones a juego, intentando proyectar la imagen de confianza que sentía que estaba perdiendo.

Bajé a la cocina con la intención de desayunar algo ligero, pero el nudo en mi estómago hacía que la idea de comer resultara insoportable. Sin embargo, cuando el aroma de un sándwich de Nutella recién hecho llegó a mí, mi cuerpo reaccionó por instinto. Sonreí ligeramente al verlo en la mesa, y antes de darme cuenta, ya estaba sentada frente al plato.

-Sabía que no podrías resistirte -dijo Eros desde el otro lado de la cocina, observándome con una sonrisa mientras tomaba su propio café.

Le di un pequeño mordisco al sándwich y cerré los ojos, disfrutando del sabor dulce que me traía un poco de consuelo en medio de todo el caos que tenía en la cabeza.

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