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Pensando en un choji pegajoso.
No puedes caminar juntos por la calle sin que alguna parte de él te toque; su mano entrelazada con la tuya, su brazo alrededor de tu cintura, un dedo enroscado alrededor de tu cinturón, una mano deslizada hacia tu bolsillo trasero y apretando ocasionalmente porque simplemente no puede evitarlo.
No puedes sentarte a su lado en las cabinas de los restaurantes a menos que quieras tenerlo presionado contra tu costado y hablando hasta no poder más, con una mano en tu muslo y la otra intentando incesantemente que pruebes lo que haya en su plato, prometiendo que te gustará, solo tienes que probarlo.
Se pone aún peor con otras personas, especialmente con las de su pandilla. Es casi como si tuviera algo que demostrar, como si quisiera mostrarles a todos cuánto de él eres (como si la forma en que lo miraste no fuera prueba suficiente). Su cuerpo está constantemente envuelto alrededor del tuyo, sus manos constantemente te empujan hacia él cuando intentas hacer un pequeño espacio, no uno grande, solo uno lo suficientemente grande para evitar que sus hombres los miren a los dos antes de mirar rápidamente hacia otro lado con miradas avergonzadas como si estuvieran entrometiéndose en algo privado.
Él también se vuelve muy liberal con sus besos: besa tus brazos, tus hombros expuestos, tus mejillas, tu nariz y tu boca, y lo hace todo con la sonrisa más brillante en su rostro y la mirada más maliciosa en sus ojos mientras promete que no lo hace porque le guste la forma en que sus hombres le lanzan miradas de envidia, sino porque simplementeno puede quitarte las manos de encima, cariño, ¿te has visto?
De alguna manera se las arregla para volverse aún más pegajoso en la privacidad de su apartamento compartido. Está allí contigo en el sofá mientras miras uno de tus programas, con la cabeza en tu regazo mientras guía tu mano para jugar con su cabello. Te sigue como un niño pequeño de una habitación a otra, y ha desarrollado un interés especial en verte realizar tu rutina nocturna.
Te quedas dormido aparte y te despiertas casi asfixiado debido a la forma en que tiene sus brazos alrededor de tu cabeza y acunados contra su pecho mientras ronca. Si logras liberarte de su agarre, se levanta de inmediato, parpadea y te da una mirada curiosa mientras te observa levantarte con ojos llenos de sueño.
"¿Orinar?", pregunta con voz ronca y tú suspiras antes de asentir, y antes de que pueda siquiera hacer un movimiento para levantarse, estás sacudiendo la cabeza y levantando las manos.
" solo ."
Uno pensaría que terminaste la relación con la mirada herida que te da.
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