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"Sugishita-kun, ¿sabías que las plantas necesitan más cuidados durante el invierno o incluso cuando se acerca el invierno?"
Umemiya exclama mientras saca los brotes que se han ido acumulando en la tierra de las macetas. Sugishita observa atentamente cada uno de sus movimientos. Se limita a asentir, pero no dice nada. Sin embargo, registra las palabras de Umemiya. Habría dicho algo si su mente no estuviera ocupada por el incidente que ocurrió la semana pasada. Ha estado volviendo como un sueño. Ha empezado a echarse siestas cada vez que puede para llegar al final del sueño. Nunca termina. Se queda estancado después de llegar a cierto punto.
Le ha estado molestando cada momento que está despierto. ¿Llegaste a casa sano y salvo? ¿Pudiste reservar un taxi hasta tu dirección o terminaste en casa de tu ex? Como miembro de Bofurin, solo está preocupado por ti y por los demás habitantes de tu ciudad. Eso es todo.
En la noche de la cita, cuando regresó a su habitación con dos tazones de ramen en la mano, ya no estabas. La sábana estaba llena de crestas y valles, no era la única marca que dejaste en su habitación esa noche. Escudriña su habitación pensando en lo que hizo contigo hasta que aterrizó en la cama contigo. Sus ojos se quedan fijos en su escritorio de estudio. Había un par de llaves que no conocía. Guardó esos tazones de ramen en una mesa diferente que ya tenía un mantel antes de ir a inspeccionar las llaves. Al recoger las llaves, las sostuvo a contraluz. Eran un simple par de llaves, pero había letras grabadas en ellas. Brillaban a contraluz. Para mejorar su sueño, no las inspeccionó más. Durmió bien e incluso le concedió un sueño.
No lo has llamado ni contactado desde la semana pasada, ni por Tinder ni por mensajes ni por WhatsApp. Recuerda que le diste tu número, aquella noche en el bar feliz y drogado entre esas luces de neón parpadeantes. Sonríe al recordar ese momento. Las llaves bailan en sus manos antes de meterlas dentro de su bolsillo; cogió un cuenco de ramen y se sentó en su cama doblando las piernas. En cuanto sorbió los fideos, el arrepentimiento le golpeó en las fosas nasales igual que el picante de los fideos que le había hecho toser. Los hizo picantes desde que vio que pediste una mierda de ajo y chile, e incluso después de eso usaste pimienta. ¡Dios mío!
"Hoy decidí llamar a Sakura".
Sugishita mira a Umemiya-san. ¿Sakura? ¿Por qué? ¿Por qué él? ¿No soy suficiente?
—Dijo que nos traería comida. —Umemiya mira al chico—. Es el plato especial de Kotoha del Café Pothos —con una sonrisa de oreja a oreja. Sugishita vuelve a arrancar las malas hierbas y los brotes de la piel de la olla como vio que hacía Umemiya hace un rato. No se alarma a pesar de la emoción de Umemiya porque mencionó el nombre de su hermana, Kotoha. Estando a su lado, siguiéndolo, viéndolo desde atrás, puede saber cuándo Umemiya-san está emocionado y qué es exactamente lo que provoca tal emoción.
Ahora que sabe el motivo, Sugishita no necesita preocuparse por la aparición de Sakura. Tal vez Kotoha-san lo acompañe.
Umemiya camina hacia el borde de la azotea y vacía la mitad de la botella. Con el rabillo del ojo, mira hacia abajo y ve a Sakura con un montón de paquetes. Parece que alguien lo está siguiendo. "Sakura tiene una empresa", declara. "Es una chica. Y no es Koto-".
Umemiya no termina de hablar. Sugishita aparece a su lado en un instante. Umemiya no señala el entusiasmo que tiene por Sakura o, mejor dicho, quién está con él, ya que Sakura no es alguien que conozca a muchas personas fuera de la preparatoria Furin. Umemiya esperaba que fuera Kotoha, pero como ambos están en la entrada, puede reconocer esa cara.
Sugishita también puede. Incluso puede imaginar la cara con los ojos cerrados, dibujarla si fuera un buen artista. Esa cara se ha quedado impresa en el fondo de su mente. Ha estado atormentándolo desde la semana pasada mientras intentaba con todas sus fuerzas arrancarla de raíz. Inmediatamente revisa sus bolsillos, sus chaquetas, sus pantalones y finalmente un tintineo familiar llega a sus oídos. Lo saca y lo revisa. Sí, eso es: ¡Mira! La llave que te ha estado atando de nuevo a él. Hoy finalmente puede devolvértela, pero antes de eso tiene que hablar. Espera. ¿Hablar? Espera. Espera. Espera.
Ahora que lo pienso, no habló mucho contigo la noche en que se conocieron, en el bar o en su casa. Un torrente de recuerdos inundó su mente y sintió que el calor le subía desde la nuca hasta las mejillas. Sacó una goma elástica y se ató el pelo en un moño. Por cierto, es tu goma elástica y cualquiera puede decir que es una banda de chicas.
—Sugishita-kun, ¿estás bien? —preguntó Umemiya, genuinamente preocupado por él y también por Sakura, ya que no puede expresar sus emociones como Sugishita. Regresa a los pocos metros cuadrados de área para arrancar el resto de la maleza y los brotes, pisoteándolos con fastidio.
La imagen de tu cuerpo semidesnudo no se le iba de la cabeza. Tú en su regazo, con solo tu sujetador y ropa interior, un conjunto a juego con bonitos encajes; a este paso, se le va a poner dura. Intenta lo mejor que puede sacarse de la cabeza la imagen lasciva de tu cuerpo. Aparta de un tirón el manojo de hierbas que lleva agarrando con fuerza desde hace un rato. Y se lleva las manos a la frente para apartar los pelos sueltos. Inhala profundamente y luego exhala lentamente. Lo hace cuatro veces. Por lo general, tiene que hacerlo dos o una vez. Vuelve a trabajar de nuevo, arrancando las hierbas pensando:
"Si nunca digo hola, nunca tendré que decir adiós".
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