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PARTE 2
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No podrías, aunque lo intentaras. La idea de que te atraparan te horrorizaba, pero la sensación de su polla arrastrándose contra tus paredes aterciopeladas de manera tan deliciosa te dejaba mareada, haciendo que te fuera imposible pensar, ya que todo lo que podías hacer era quedarte allí parada y recibir todo lo que tenía para darte.
Fue vergonzoso lo mucho que disfrutabas de esto. Prácticamente humillada mientras dejabas que el segundo al mando de Shishitoren te usara como quisiera, tu cuerpo respondía a él mientras tu coño seguía babeando alrededor de su polla. Dejando anillos cremosos y resbaladizos alrededor de su base que se enredaban en su vello púbico y se untaban contra tu trasero con cada embestida.
Togame extendió la mano para tocar una de tus tetas por encima de tu vestido de verano, amasando la piel suave mientras gritabas por él. Sonriendo por tu reacción mientras empujaba la tela hacia abajo antes de ver tus tetas derramarse libremente, agarrando un puñado mientras sus dedos se hundían en la felpa de ellas. Inclinándose hacia abajo para morder tu cuello, mordiendo la piel suave justo debajo de tu punto de pulso antes de chupar con fuerza, con la intención total de dejar su marca.
—No dejes ninguna marca —gimoteaste, sintiendo sus dedos retorcer tus tensos pezones mientras gritabas con una mezcla de dolor y placer.
—Creo que podría ser demasiado tarde para eso... —Exhaló de satisfacción cuando él se apartó para admirar su trabajo, una mancha oscura comenzó a florecer contra tu piel cuando él hocicó la parte de atrás de tu oreja—. Todos podrán ver lo puta que eres.
Intentaste extender las manos contra la pared de ladrillos para evitar que tu cara rozara el adoquín áspero mientras tu frente chocaba contra él con el cambio de posición. Esto provocó que Togame gimiera detrás de ti cuando sintió que empujabas contra su polla, moviendo sus manos hacia arriba para apretar tus caderas mientras doblaba las rodillas para tener más palanca. Empujándose dentro de ti una y otra vez, haciéndote gritar por él.
—Vamos, linda niña —la arrulló—. Sé que estás cerca. Puedo sentirte.
Él tenía razón, tú la tenías. La espiral dentro de ti estaba tan apretada que era casi dolorosa, la tensión acumulada era caliente y pesada mientras la presa dentro de ti amenazaba con estallar. Te tomó por sorpresa cuando Togame deslizó una mano entre el vértice de tus muslos para buscar tu clítoris necesitado, atrapándolo entre sus dedos índice y medio mientras comenzaba a girarlo de un lado a otro mientras te balanceabas al borde del precipicio de tu clímax.
