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Solo pienso en Ren Kaji prestándote su sudadera con capucha cuando hace frío afuera. Se da cuenta rápidamente de cómo te tiemblan los hombros con el aire fresco de la noche mientras se quita los auriculares del cuello para ponérselos a ti y guardarlos de forma segura. Se sube la sudadera con capucha gris por la cabeza; los pelos vuelan en todas direcciones por la estática mientras tus ojos captan la forma en que su camisa se levanta ligeramente por el movimiento.
Puedes sentir su calidez consumiéndote mientras te lo ofrece, un sutil color rosa cubre sus mejillas hasta las puntas de sus orejas mientras se quita los auriculares. El frío casi lo reconforta mientras sigue tu paso mientras te acompaña a casa desde el trabajo; es demasiado peligroso para alguien tan bonita como tú estar afuera sola a estas horas, y definitivamente deberías haber traído una chaqueta. El sol temprano engañosamente cálido dio paso al fresco frío de la tarde.
Su reconfortante aroma te envuelve mientras te lo pones por la cabeza, pasando los brazos por la tela y envolviéndote con el calor de su cuerpo. Enterrando la nariz en el cuello mientras te mueves para meter los dedos fríos en el bolsillo delantero, cuando lo sientes.
En el interior del abultado bolsillo hay montones de envoltorios de piruletas de plástico vacíos mientras intentas ocultar la sonrisa en tu rostro. Kaji podría haberlos tirado al suelo cada vez que abría una nueva, ya que la ciudad estaba bastante sucia. Y, sin embargo, cada vez que tomaba una nueva piruleta, se aseguraba de guardar los envoltorios de las viejas hasta que pudiera encontrar un lugar donde deshacerse de ellas adecuadamente.
Es un idiota. Sonríes mientras tus dedos palpan el bolsillo, hasta que encuentras exactamente lo que estás buscando. Envuelves tus dedos alrededor del palito mientras sacas su última piruleta, desenvolviéndola ágilmente mientras colocas el dulce de fresa entre tus labios con un suave zumbido.
—Ese fue mi último —refunfuña Kaji, como si solo te hubiera ofrecido su sudadera, no su contenido.
—Puedes recuperarlo si quieres, Kaji —sonríes, tus dedos más pequeños envuelven el palito para sacarlo de tus labios mientras él nota el brillo de tu saliva contra su superficie brillante mientras se lo tiendes.
Ahora todo lo que puede notar es el mismo brillo que reluce sobre tus labios carnosos, y está seguro de que ya no quiere la piruleta.
Él quiere algo más dulce .
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