Lamento mi amistad femenina

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Si no ves lágrimas en sus ojos, mira sus muñecas.

Soy la chica que se sienta al fondo de la clase. La que prefiere no mirar las fotos porque odia cómo sale en ellas: con la mirada perdida, ausente. Cuando alguien me pregunta la hora, respondo cualquier cosa, solo para que se vayan enseguida. Creo que soy esa amiga que, en realidad, no tiene amigos. La que siempre camina tres pasos atrás, porque parece que la acera nunca es lo suficientemente ancha para que quepa.

Veo cómo siguen conversando, sus voces suben como si el mundo se moviera a otro ritmo, uno en el que yo no estoy incluida. Solo un personaje secundario en mi propia historia, una en la cual es algo desgarrador en al forma en la que intento contestar con otros, pero siempre me quedo en la sombra en las conversaciones de los que fingen que soy alguien que les agrada.. Supongo que me necesitan solo cuando se acerca un examen, pero a la fiesta nunca me invitan. ¿Acaso no es esta mi casa? ¿Acaso no soy yo la que cumple años? Y ahí estoy, en la sala de mi propia casa, en mi propio cumpleaños, sintiéndome como una intrusa. Mi "amiga" me trajo aquí, pero está demasiado ocupada hablando con otros. La veo entrar en la cocina, preguntando por alguien con un nombre que suena sospechosamente como el mío. Me descoloco, pero cuando se acerca, sonríe y me saluda. "Hola", dice. Por un segundo, quiero pedirle que se vaya. Pero me detengo. Me obligo a pensar que fue una buena amistad femenina, aunque todo se sintió como si me rompiera las piernas, me prestara muletas y luego me convenciera de agradecerle por poder caminar.

Con ella aprendí que todas las personas son temporales, y que, eventualmente, o ellas se van o lo hago yo. Pero aún así, nuestro amor consistía en turnarnos las locuras: una se volvía loca, y la otra, por equilibrio, intentaba ser normal. Treinta minutos mas tarde, nos intercambiábamos los papeles. Acepté esa dinámica, dejé que me dijeras qué sentir, qué pensar, como si mi vida dependiera de tus términos y condiciones.

Siento que la habitación se va llenando de voces que no reconozco. Me muevo hacia la pista de baile, intento convencerme de que será mi noche, de que todo estará bien si bailo, si digo algo molesto para desahogar todo lo que siento. Pero al soplar las velas de la tarta, me doy cuenta de que nadie se la comerá porque "engorda", y supongo que no es para tanto. Pero los regalos son de desconocidos que apenas recuerdan la inicial de mi nombre. Al menos trajeron algo, me digo. Pero nada parece real. Esta fiesta es un desastre escondido de mis padres, que nunca me dejan ser sociable.

Subo las escaleras y no puedo reconocer a los extraños que están destrozando los cuadros de mi madre y todo es un borrón. Me siento extraña en mi propia casa, rodeada de desconocidos que ríen demasiado fuerte. Me escapo a una habitación alejada de la multitud, buscando un rincón de paz. Dos horas después, me encuentro tirada en la bañera, y quisiera ver como corre mi sangre por el suelo. Solo tengo que aliviar el dolor de alguna forma. Y siento el frío del azulejo me sube por la espalda como un escalofrío. La navaja brilla en mi mano, y en el silencio del baño solo escucho mi respiración entrecortada. El primer corte es lento, y veo la sangre gotear en el agua, deslizándose como tinta sobre una página en blanco. Por un momento, el dolor desaparece, y con él, todo lo demás.

La puerta tiembla bajo los golpes. Creo escuchar mi nombre un par de veces pero no me hago mucho, no abro los ojos. Quiero seguir en mi mundo ideal, uno en el que las voces se apagan y todo es paz. Llevo queriendo recrear esta este escena por años. Todo estaba perfectamente detallado en mi mente, esperando escuchar las sirenas y los llantos desesperados. Necesitaba saber si, por fin, algo de mí podría importarle a alguien. Cualquier señal de que mi corazón aún sigue latiendo.

No puedo perderlo todo, pero ya lo hice. Me perdí a mí misma hace tiempo, y no creo que pueda volver. No después de esto. No quiero ser testigo de otra muerte, y esta vez, la mía es la única que puedo controlar. Aún así, mi corazón sigue bombeando sangre, la misma que logro comprobar con media sonrisa que esta por el suelo y logro ver cómo la bañera se va tiñendo de rojo.

Y es entonces que me encuentro de rodillas, piden que hable, que trate de rezar. Pero no sé si esto puede salvarme, si las palabras vacías serán suficientes para que mi esperanza resurja. Intento lamentarme por mis pecados, pero no lo consigo. No me siento mal. Mis lágrimas se han agotado, y solo quiero recuperar esas palabras que me fueron arrebatadas, los susurros de dolor, los gritos desesperados. Son las únicas cosas que me quedan, las que me hacen sentir que todavía puedo llorar y sentir algo.

Susurro en mis adentros, esa misma oración que repito a diario, la que intento ocultar para que no me oigan los cristianos. Y en medio de todo esto, me doy cuenta de que me gusta no creer en nada ni en nadie. Al fin he encontrado algo de belleza en lo cotidiano, en lo roto. He encontrado esperanza en lo desesperado.

Por un instante, sonrío. Tal vez estoy aprendiendo a amarme. ¿Será un pecado? Rompo lo roto, intento sacar de mí las palabras que me convierten en una mala hija, pero las miradas me traspasan, y no puedo evitar que eso sobrepase mis límites. Me reiré cuando me echen de mi propia casa. Al menos, logré robarme el show.

Es como si estuviera viviendo en una película, una de esas donde la protagonista se encuentra en una batalla constante con sus propios demonios, siempre a la sombra, siempre invisible. Cada día es una lucha para encontrar un rayo de luz en la oscuridad que me envuelve. Me esfuerzo por ser notada, por ser amada, por ser alguien más que un simple nombre en una lista, pero parece que siempre caigo en el olvido. La vida sigue adelante sin mí, y yo estoy atrapada en un ciclo de soledad y desesperación.

Las noches son las peores. Cuando todo está en silencio y no hay nadie alrededor, los pensamientos oscuros se apoderan de mí. Me pregunto si alguien realmente se daría cuenta si desapareciera. Tal vez por un momento, pero luego volverían a sus vidas, olvidándose de la chica invisible que una vez conocieron. ¿Es esto todo lo que hay para mí? ¿Una existencia de soledad y desesperación, esperando un final que nunca llega?

Mis padres no entienden, y eso solo empeora las cosas. Intento hablar con ellos, pero todo es "estará bien", "es solo una fase". Pero no es tan simple. No se arregla con palabras vacías. Necesito algo real, algo que me haga sentir viva.

A veces sueño con escapar, con encontrar un lugar donde pueda empezar de nuevo, donde no sea la misma yo que llevo dentro. Un lugar donde mis palabras importan, donde mis lágrimas sean de color y así poder ser vistas, donde mi dolor sea entendido. Pero esos sueños siempre se desvanecen con la luz del día, y me encuentro de nuevo atrapada en esta realidad no tan maja.
Quizás algún día encontraré la fuerza para cambiar mi destino. Quizás algún día seré capaz de romper las cadenas que me anclan y encontrar mi lugar en el mundo. Pero por ahora, solo puedo seguir adelante, un día a la vez, esperando que en algún lugar, de alguna manera, mi vida tome un giro hacia la esperanza. O tal vez, al fracaso, es eso o nada.

Aunque si ese día nunca llega, al menos podré decir que lo intenté. Que luché contra la oscuridad con la que todo se empieza y con todo acaba. Con la que me rendí a pesar de todo. Y tal vez, solo tal vez, eso será suficiente para ser mi todo en entro momento que sea mi nada. Porque incluso en la más profunda oscuridad, siempre hay un poco de luz, y esa es la esperanza a la que me aferro.

Eso es lo único en lo que creo. O eso intento. Porque no creo en Dios, pero tampoco soy atea. Soy solo alguien buscando un lugar, una señal de que, incluso en la oscuridad más profunda, puede haber luz. O tal vez, solo un final que me permita descansar.


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Holiis mis amores, como estaís? espero que suupeerr biiien, este escrito es difícil de leer, no por la forma, sino por el contenido emocional, y eso es lo que lo hace tan potente. Tiene algunos sentimientos demasiado fuertes pero eso no lo hace menos especial, al contrario.

Espero que os haya gustado, dejadme en comentarios si alguna vez de peques os habéis sentido así o de alguna manera similar.

Os veo en el siguiente escritooo.


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𝐃𝐞𝐬𝐠𝐚𝐫𝐫𝐨𝐬 𝐝𝐞𝐥 𝐀𝐥𝐦𝐚Donde viven las historias. Descúbrelo ahora