7 veces por semana

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La hice gemir, pero no de placer.

Un poco de música de fondo, el eco lejano de una melodía que resuena en mi mente, como si buscara convencerme de que, por un instante, estoy en el paraíso. Subimos los grados Celsius cada noche, en un intento desesperado por sentir algo real en medio de todo este vacío. Mi corazón, endurecido como el metal, se resquebraja al recordarte. Nos encantaba hacer el amor bajo las luces rojas, entre susurros y gemidos que ocultaban todo lo que nunca dijimos.

A veces te gustaba el dolor, y a veces lo que buscabas era perderte en la intensidad de sentirme dentro de ti. Borra esa sonrisa de tu rostro, porque contigo, lo admito, amaba el sexo, pero solo eso, nada más. Era atlético, una batalla de cuerpos que se volvía cada vez más tóxica. Intento borrar esas imágenes, pero me atormentan. Veo de nuevo nuestros recuerdos como si fueran películas en blanco y negro, un pasado que se repite en mi mente, fragmentado y doliente.

Recuerdo lo que hacíamos después de la medianoche, las veces en que la oscuridad nos cubría y creíamos ser invencibles. En esos momentos, pensé que era parte de una película, una fantasía en la que jugábamos a olvidarnos del dolor, pero las secuelas me siguen aquí, en el presente, como una sombra que no se desvanece.

A veces, deseo verte sufrir, deseo ver tus lágrimas deslizarse por tu rostro. Lo sé, es extraño, tal vez incluso enfermo, pero a veces la brutalidad de mis pensamientos me consume. No soy malo, o al menos eso me repito, pero si alguna vez te miraras en el espejo, verías que no soy el único culpable. Eres peor que cualquier droga, y a pesar de todo, no puedo dejar de sentir que sin ti, me hundo más y más.

Así que voy a entrar en la caja, donde las sombras y los recuerdos se entrelazan como si fueran las luces de un club nocturno. Ya los veo, no hay respeto en el aire. Mientras tanto, ella se frota contra otros, como si no le importara lo que siento, como si cada roce fuera un cuchillo que se clava más profundo en mi corazón. La rabia se apodera en mí, una corriente eléctrica que se intensifica cada vez que se acerca un rival, un amigo que se atreve a ocupar el espacio que antes fue solo mío. Por que tu misma me dijiste -Hazme tuya- Acaso lo recuerdas ¿Recuerdas nuestras noches en el hotel? Era un ciclo interminable de encuentros, siete veces por semana, una rutina que nos arrastraba. Hacerte el amor cada noche se convirtió en mi único refugio, y a veces gritabas tan fuerte que parecía que algo en tu interior se rompía. Desgarrándose. Me pedías más, como si el aire mismo no fuera suficiente, como si yo fuera la única cura para tu necesidad.

Miro nuestras fotos, y me invade el miedo. Solo eran palabras dulces las que intercambiábamos, pero quizás deberíamos haberlas mantenido en silencio. -Nunca seré tu alma gemela- eso te desquició, te hizo perder la razón. Me aferré a ti cada noche, y aunque parecíamos cuerpos vivos, algo en nosotros estaba muerto desde hace tiempo. Lo único que lograste fue cargarme de más peso, de más culpa, y rompí tu corazón como si fuera un trozo de papel, frágil, efímero.

Y no puedo evitar levantar la cabeza y miro a mi alrededor, las malas vibraciones son palpables, como un peso en el pecho. Pueden venir a 100 por mi cuenta, pero eso no cambiará la sucia realidad de lo que somos. Ella juega con mi corazón, una pieza de su juego cruel, mientras yo me consumo en la esquina, deseando ser el único al que mira. ¿Por qué muestra su cuerpo a los demás? Esa pregunta retumba en mi mente mientras trato de mantener la calma, preguntándole a mis pensamientos, ¿a qué estás jugando?

Es un ciclo vicioso; llegué hace menos de una hora y ya he tenido que apartar a dos chicos. En cada mirada que lanza a otro, siento que mi corazón se vuelve un siniestro, una tumba de sentimientos marchitos. ¿Cuántas veces más puedo mirarte sin mí? Me enojo, y cada vez que me siento impotente, imagino hacer desaparecer a todos esos hombres que la rodean solo para que sepa que sin mí no sería nada.

Termino mi trago y me doy cuenta de que el alcohol se ha convertido en mi único aliado, en mi escape. Quiero beber hasta caer al suelo, para no verte con otra persona, para no sentir cómo me consume esa obsesión en tus ojos. Las barreras que construí entre yo y las demás chicas se desmoronan cuando estás cerca. A pesar de todo, en tu cabeza solo soy un error, una decisión de la que te arrepientes. No lo dices en alto, pero lo se, lo intuyo cuando te veo en cada rostro que toco, en cada cuerpo que intento hacer mío para olvidarte. Pero me duele el corazón, y el dolor sigue ahí, como un veneno que no se disuelve. Entre tú y yo, fue tan fuerte que las cicatrices permanecen, invisibles pero siempre presentes.

Pero aquí estoy, atrapado en este juego de emociones, lidiando con un corazón que se mortifica sin ti. Cada día que pasa me siento más triste, cada vaso de alcohol me pesa más. Aún así, hay algo que me impide dejarlo todo atrás. Tal vez sea la esperanza de que un día comprendamos que esto no puede seguir así, que merecemos más que un ciclo interminable de celos y reproches.

Quizás, solo quizás, en esta noche oscura, hay una esperanza de respeto que podemos volver a construir.

Pero escucho esos gemidos que solo yo debería reconocer, y giro la cabeza con un gesto vago lleno de alerta. Y todo se ha vuelto cuesta arriba. No aguanto mas esta falsa, me largo y con eso el tiempo se alarga, los días se vuelven eternos. Es como si cada segundo que pasa solo me recordara tu ausencia. Intento hacerme a la idea de que ya no estarás en mis brazos, sino en el de ellos, de que tus pensamientos ya no girarán en torno a los míos, pero es una lucha constante, una batalla que siento que estoy perdiendo.

Quise encender el fuego entre nosotros, quise quemarlo todo, como si al hacerlo, pudiera olvidar. Pero en lugar de eso, me di cuenta de que jugabas con mi corazón, y desde esa altura en la que te tenía, caí. Caí tan fuerte que todavía estoy intentando levantarme. Pero sigo tumbado por el dolor de aquella noche.

Maldición, esta no es la vida que quería llevar. Pero aquí estoy, perdido, sin rumbo. Te escribiré cartas, cartas de amor que quizás nunca leerás, y en ellas te contaré que no puedo olvidarte. Porque cada palabra, cada línea, está impregnada de ti. Es complicado, demasiado, porque no hay un solo instante en el que no piense en tu boca, en lo que fuimos, en lo que nunca seremos.

Y es que al final de esta historia, siento que has dejado mi corazón en pedazos, un rompecabezas que no sé cómo armar, porque el color de las piezas perdieron color. Construí una coraza, intentando protegerme de las amenazas que me acechan cada vez que cierro los ojos. Pero aún así, me duele saber que no puedo pasar página, que estoy atrapado en una jaula que yo mismo construí. Me perdí en las promesas que nos hicimos, en los sueños que tejimos. Tal vez algún día logre cortar los hilos de este pasado que me sigue amarrando, pero hasta entonces, aquí estoy, recordando lo que un día fuimos.

Aunque no puedo negar que veces, cierro los ojos y te imagino, me veo a tu lado, lejos de todo esto, en un lugar donde solo existamos tú y yo. Pero quizás esa sea la fantasía que nunca se hará realidad. Tal vez nos vayamos lejos algún día o tal vez nunca ocurra, pero en mi corazón, sigo creyendo. Sigo esperando que, de alguna forma u otra, el destino nos dé una segunda oportunidad. Hasta entonces, sigo aquí, escribiéndote estas palabras que quizás nunca leerás, deseando que, aunque sea en mis sueños, vuelvas a mí.

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𝐃𝐞𝐬𝐠𝐚𝐫𝐫𝐨𝐬 𝐝𝐞𝐥 𝐀𝐥𝐦𝐚Donde viven las historias. Descúbrelo ahora