A ti, que fuiste mi sol y ahora solo eres una sombra. Siempre llevaré tu ausencia en el pecho, como un grito ahogado que nunca dejará de doler.
Desde que te fuiste, mi cielo se ha oscurecido. En la penumbra, mis ojos se vacían, dejando caer la última luz que antes brillaba por ti. Las noches, que solían ser nuestro refugio, ahora se alargan infinitamente, como un túnel sin final. Veo tu sonrisa, pareces feliz, pero será sin mi? es como si yo nunca hubiera existido y créeme, es difícil tener que aceptar que ya no estás aquí, que estás lejos y que el amor que compartimos se ha desvanecido en el tiempo. Me repito a mí mismo que ellos ganaron, que me arrebataron la historia que escribíamos juntos, y a veces siento miedo del tiempo que se lleva cada segundo de tus recuerdos.
¿Irónico no? imaginar un futuro juntos, cerca de ti, mi amor. Incluso si debo dar mi vida, no me rendiré. Lucharé hasta el último aliento por tenerte de nuevo cerca, por sentirte una vez más en mis brazos, o dentro de mi, aunque cueste lo que cueste. Porque, aunque mis palabras se queden en el vacío, la esperanza de un último encuentro me mantiene de pie. Solo quiero un instante más para perderme en el color de tus ojos, para abrazarte, para sentir por un último segundo que aún estamos en el mismo lugar. Que somos nuestros. No pido nada más que esa última oportunidad. Porque me esta doliendo. Y duele, duele con una ferocidad que no se apaga, porque cada pedazo de mí sigue buscándote, como si mi cuerpo no entendiera que no vas a volver.
Solo vuelve....o déjame verte una vez mas....
Todo ha cambiado. Las estrellas, de las que alguna vez admiramos, y lo que alguna vez brillaron en el cielo de nuestras noches, ya no aparecen, como si hubieran desaparecido junto a ti. Mi corazón, al igual que el cielo, también se ha oscurecido; lo han roto, lo han destrozado. Eso has echo. Porque solo te tenía a ti, y ahora, en tu ausencia, me lo han arrebatado todo. Quizás era verdad lo que sentía, que tú eras la persona que la vida me había destinado. El hombre de mi vida. Pero ahora, cada página de nuestra historia esta siendo arrancada, deshecha, esparcida al viento. Como si no importase lo que alguna vez vivimos.
Y sin embargo, creare un un universo, y ahí te esperaré el infinito. Porque tal vez, algún día, regreses, y te encuentre de nuevo a mi lado. No me importa el precio, porque la promesa de volverte a ver supera cualquier sacrificio. No me rendiré, aunque deba esperar una eternidad, aunque deba recorrer mil veces la misma historia, solo para llegar al mismo final. Haré todo lo que esté a mi alcance para verte una última vez, para tenerte entre mis brazos, aunque sea una despedida.
Tan solo una vez. Déjame verte, solo una última vez.
Y así supongo que el eco de tu ausencia que me rodea cada día, llenando los vacíos que dejaste, esos espacios donde antes tu risa resonaba, donde tu mirada iluminaba incluso mis días más oscuros. Pueden dolerme menos.
Aunque eso ahora no tenga mucho sentido, cada recuerdo de ti es una herida, una marca que permanece y se niega a sanar. Me pregunto cuánto tiempo más podré sostenerme en pie sin derrumbarme bajo el peso de esta espera. Cada noche, cuando cierro los ojos, revivo nuestros momentos, uno a uno, como una película que no se apaga, que se repite una y otra vez.
A veces me sorprendo hablando contigo en silencio, buscando tus respuestas en el vacío de la noche, esperando que, de alguna forma, puedas escuchar mis pensamientos. Te hablo de las pequeñas cosas, de los días que se me escurren entre los dedos, y de cómo me cuesta aceptar que todo esto ha cambiado. Siento como si, en algún rincón de este mundo, todavía estuvieras aquí, esperándome, como yo lo hago por ti.
Me pregunto si recuerdas nuestras noches en el hotel, aquellas en las que el mundo exterior dejaba de existir, donde éramos solo tú y yo, rodeados de nuestras propias risas y secretos, como si hubiéramos creado un universo aparte. En aquellos momentos, parecíamos infinitos, como si nada pudiera tocarnos, como si fuéramos invencibles. Pensar en esos recuerdos me da fuerzas, pero también duele, porque ahora siento que todo eso ha sido arrebatado.
El tiempo pasa, pero el dolor permanece, como si se resistiera a desaparecer, como si se aferrara a cada rincón de mi ser. Tal vez nunca deje de doler, tal vez esa sea la marca de lo que compartimos, el precio de haber amado tan profundamente. Pero en el fondo, hay algo que me da consuelo: la certeza de que lo nuestro fue real, que lo vivimos con cada parte de nosotros. Y aunque ahora el camino se ha vuelto incierto, aunque no sé dónde me llevará este amor sin destino, me quedo con la promesa de que, si algún día nuestros caminos se cruzan de nuevo, estaré listo para verte, para sentir, aunque sea por un instante, que aún estamos conectados.
Déjame verte, solo una última vez.
Quiero que sepas, aunque nunca llegues a escuchar estas palabras, que tu ausencia no ha dejado de ocupar un espacio inmenso en mí. Hay días en los que intento convencerme de que lo nuestro fue solo una ilusión, que tal vez me aferré a una historia que no tenía un final feliz. Pero al mismo tiempo, siento que negar lo que vivimos sería traicionar cada sonrisa, cada mirada, cada promesa susurrada en la oscuridad.
He llegado a comprender que no todos los amores están hechos para durar eternamente. Hay amores que llegan para encendernos, para darnos una chispa que ilumine incluso los días más sombríos, pero que también deben irse, dejándonos con recuerdos tan intensos que se graban en el alma. Lo nuestro fue así, un incendio breve pero tan fuerte que incluso ahora me deja huellas, marcas de un amor que jamás podré borrar. Y aunque esas huellas duelan, forman parte de quien soy.
Cada día me esfuerzo por seguir adelante, por encontrar sentido en esta vida sin ti. Me levanto, intento sonreír y vivir como si nada estuviera roto en mi interior. A veces, en los momentos de mayor calma, siento que casi lo logro. Pero luego un recuerdo me asalta, una imagen de ti, un fragmento de alguna conversación que tuvimos, y todo vuelve de golpe, tan vivo y tan real como si estuvieras aquí, frente a mí.
Es extraño, porque aunque me cueste soltar la idea de que algún día podremos reencontrarnos, también sé que debo aprender a seguir mi propio camino, a sanar esta herida que dejo abierta. He llegado a la conclusión de que el amor no siempre significa quedarse; a veces, la mayor prueba de amor es dejar ir, aprender a vivir con el recuerdo y con la certeza de que lo que tuvimos fue único. Ahora entiendo que el amor verdadero no es poseer, sino apreciar el tiempo que compartimos y dejar que ese tiempo viva en nuestros recuerdos, sin aferrarse a lo que ya no es.
Así que, en mi corazón, guardo la esperanza de que algún día, aunque no sea en esta vida, nuestros caminos vuelvan a cruzarse. Que, en algún lugar, exista una oportunidad para que seamos más sabios, para que elijamos amarnos de un modo que dure, sin dejar que el miedo o las inseguridades nos separen. Tal vez entonces podamos encontrar la paz que ahora nos es esquiva.
Por ahora, esta será la última vez que te escriba, la última vez que deje que mis palabras fluyan como un intento de acercarme a ti. Porque, aunque cada letra que escribo lleva el peso de mi amor y de mi dolor, también debo aprender a vivir sin depender de estos recuerdos. Necesito encontrarme a mí misma en este proceso, volver a saber quién soy sin ti y aprender a amarme, incluso entre las ruinas de lo que compartimos.
Déjame verte, solo una última vez, aunque sea en el reflejo de este adiós que finalmente acepto, con un amor que ha cambiado pero que jamás se extinguirá.
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𝐃𝐞𝐬𝐠𝐚𝐫𝐫𝐨𝐬 𝐝𝐞𝐥 𝐀𝐥𝐦𝐚
DiversosSoy escritora, no contenta con los sentimientos reales, ansiosa me impongo a imaginarlos. Porque recuerdo todo muy bien, mi corazón no tiene piedad, no puedo dormir, no puedo llorar, solo derramo sangre en papel. No sé si eso me hace buena o mala p...