Vendida por dulces

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6 años, 5 horas, 4 hombres;

y la convirtió en la mujer que todo millonario desearía. 

A la derecha me encuentro con la habitación que no quiero entrar, esa imagen no es borrosa, en absoluto. Pero no es algo que me haga gracia recordar. Solía sentarme en la esquina y de alguna forma me sentía segura. Y pasaba el tiempo y a su vez, él se acercaba, me llevaba abajo y me golpeaba, golpeaba hasta que los golpes dejaran de doler, grité y lloré, pero no cesó, y eso aumentó la presión que sentía en mi corazón. Intenté escabullirme. Lo hice, y solo corrí, no sé donde, pero corrí. 

Entonces felicidades, ya no quiero ni verte. Pero era demasiado joven para entender, por qué fui arrojada a las manos de otra persona. Me desperté acompañada de hombres extraños. Me tocaron y no pude pararlos. Por qué estaba encerrada en un sótano. Y no era capaz de moverme sin que mis partes íntimas me pidieran que parara. No lo entiendo, no tengo tanto conocimiento, pero debería haber ido a la escuela, en lugar de haber hecho eso 

—No me toques, me siento vulnerable— Porque no fui salvada. No entiendo que estoy sintiendo, ¿acaso este dolor es sano? Porque no me veo de la misma forma que hace unos años. Empiezo a pensar en alto. No me sientan bien vuestros cumplidos malditos bastardos. Pero los recibo, es una molestia constante y no se porque no digo que paren. Es un bucle constante. 

Hay miedo, tengo miedo, y quiero separarme de mi cuerpo, lo tocaron sin permiso, y no merece respeto ninguno. 

—Asco, das asco— le digo al reflejo del espejo del cuarto.
Maldigo lo sucedido, sé que no pude controlarlo del todo, pero a veces necesito saber el porque estoy amargada del corazón y no fingir tanto que me incomoda llamar la atención.
Porque mamá me vendió por dulces. Pero no tengo como pagarlo. Estoy arruinada desde que nací. ¿Por qué me vendiste a esos hombres tan malos mami? Me lastimaron en lugares que ni siquiera yo conocía. Es normal para mí ¿pero cómo entenderán mis amigos?

Como entenderán la oscuridad de una habitación acompañada por un anciano, sentado a unos pocos metros. Su mirada perdida en algún punto lejano del pasado, o tal vez del futuro. De repente, su voz ronca rompió el silencio, áspera y cansada:

—Daría lo que fuera por tener las manos de una mujer sobre mí esta noche.— Mi mirada se dirigió hacia él. Su vaso medio vacío o medio lleno, no sabia suponer. Porque no me miraba a mí, no, hablaba como si el aire fuera su único confidente, como si el peso de sus palabras solo lo aliviara por unos segundos. 

—Vosotras...— siguió, con una especie de risa amarga que murió antes de nacer- ablandáis a los hombres y los dejáis escuchando la lluvia- Pero algo en su tono me hizo dudar. ¿Era esa la nostalgia de alguien roto o la sabiduría amarga de un hombre que había perdido demasiado?
El anciano no volvió a hablar. Se quedó ahí, inmóvil, con los ojos perdidos en algún lugar que yo no podía ver. Afuera, la lluvia seguía cayendo, cubriéndolo todo, como si intentara borrar cualquier rastro de lo que acababa de confesar.

Y mientras el duerme, yo cumplo seis años mientras me cambio para ir a un cuarto con un millón de hombres. Todos crecieron y su cuerpo cambia, pero el mío aun no lo hace por todos esos juegos violentos que tuve que aprender a jugar para no salir lastimada.

Estoy tratando de ver las cosas claras, de una manera positiva. Veo una luz por el final del pasillo. Me estoy desarrollando, echo un vistazo a los beneficios. Pero no hago más que ver ancianos adinerados. Y siento mucho frío 

𝐃𝐞𝐬𝐠𝐚𝐫𝐫𝐨𝐬 𝐝𝐞𝐥 𝐀𝐥𝐦𝐚Donde viven las historias. Descúbrelo ahora