Para ti, padre, que prometiste ser mi refugio y, sin embargo, te convertiste en mi tormento. Para ti madre que nunca entendí por qué no te alejabas de papá a pesar del daño que la hacía, hasta que me tocó estar en su lugar.Para mí, hija, que sigo buscando amor en cada lágrima.
No pretendo herir tus sentimientos cuando te confieso que estás siendo mal padre. Pero joder, no deberías acercarte a lo afilado cuando escuchas algo que no te parece apropiado. Te defiendes con que nunca quisiste ser así, y eso es lo único que necesito para suponer que al menos tienes una defensa para tratarnos de esta manera. Te mantienes callado en todo momento, pero cuando abres la boca sé que no será para decir nada bueno. Gritas desde tu sagrada cama, y a veces me replanteo si de verdad que nos quieres.
Siento como si estuviéramos al borde de algo frágil en este momento. Me gustaría poder decir que estoy orgullosa de lo que hemos construido, pero la realidad es que estoy atrapada en un ciclo de decepción. Las voces en mi cabeza se vuelven cada vez más fuertes, recordándome mis errores y mis fracasos. A menudo me encuentro deseando poder silenciar esos pensamientos, pero simplemente no puedo. Lamento haberte decepcionado. Cada intento que he hecho para que esto funcione parece no ser suficiente. Me duele ver cómo la desilusión se apodera de nuestra relación.
Pero no me apetece mucho decir que mi padre no me trata bien y tener que justificarlo con que está enfermo. Tal vez suene algo creíble, pero no me hace gracia que siempre la tomes conmigo, cuando ni siquiera estoy tratando de llamar tu atención. Pero al parecer lo hago, y ojalá no fuera verdad. Porque solo tengo dieciséis años y necesito un padre, no un abusador. Necesito que vengas a mi graduación y no que me ignores cada vez que levanto la voz.
Dentro de cinco horas cumpliré diecisiete, y necesito que me hagas un poco de caso, no que te encierres en tu cuarto sin decir "hija, feliz cumpleaños". Estoy tratando de entenderte, pero cuando llego a casa, no te veo decente. Y como no odiarte, si no haces mas que insultarme. Tengo dieciocho y siento un sentimiento similar al odio y amor hacia tu nombre. Creo que podría poner la mano al fuego y asumir que me eres indiferente, que no me importa cómo te sientes si paso toda una noche en la calle. Si de verdad te preocuparas, no me tratarías así.
Así que solo proceso cada día que pasa, intento encontrar una razón, una para no sentir este resentimiento que lleva creciendo aquí dentro. Pero no haces más que defenderte con que nunca quisiste ser así, y entiendo que todos cometamos errores. Pero, ¿Cuántas veces voy a escucharte decir lo mismo sin ver ningún cambio? Es lo único que necesito para saber que tienes una defensa para tratarnos de esta manera. Cada vez que veo a mis amigos con sus padres, siento una punzada de envidia. Ellos tienen a alguien que los apoya, que los guía, que los ama incondicionalmente. Yo, en cambio, tengo a alguien que me ignora, que me insulta, que me hace sentir menos. Intento no compararme, intento decirme que cada familia es diferente, pero es difícil no hacerlo cuando la diferencia es tan grande.
Porque hablo en serio, cuando te confieso que estoy tratando de no odiarte, de incluso querer entender tus problemas, de justificar tu comportamiento. Pero, ¿hasta cuándo podré seguir haciéndolo sin que esto me destruya por dentro? Supongo que será hasta perder la cuenta de las veces que me he encerrado en mi habitación llorando en silencio. Aunque no quiero, no gracias, no pienso hacer nada de eso. Pero de igual manera, sigo siendo hipócrita con mis sentimientos y sigo deseando que las cosas fueran diferentes.
He perdido la cuenta de las veces que he soñado con un padre que me abrazara, que me dijera que todo iba a estar bien, aunque no lo estuviera. Pero en lugar de eso, me encuentro con mi realidad: llena de gritos y reproches, con una presencia que solo trae dolor y angustia. Mientras trato de no odiarte, me doy cuenta de que me estoy odiando a mí misma por tratar de no hacerlo. Me veo en el espejo de tu cuarto y me recuerdo el odio a mí misma por no poder ser la hija que deseas, por no saber por qué no me anhelas.
Y vuelvo a comerme la cabeza, pienso, escribo y leo en cómo será mi vida en el futuro. Me pregunto si algún día podré perdonarte y perdonarme por no hacerlo. Si algún día podré hablar de ti sin sentir ese nudo en la garganta, esta mezcla de tristeza y rabia que me consume. Porque mientras trato de no odiarte, siento que estoy perdiendo una parte de mí. Siento que cada día que pasa, me vuelvo más insensible, más fría, más distante. Y no quiero ser así. No quiero que el dolor me transforme en alguien que no reconozca. No quiero eso, desde luego para nada de eso.
Así que sigo adelante, tratando de encontrar momentos de paz, pequeñas alegrías que me permitan seguir aferrándome a los recuerdos donde no me tratabas tan mal. Me aferro a los amigos que me entienden, y a los pequeños logros que me hacen sentir que valgo algo cuando no eres tú el que aplaude cuando logro algo. Me aferro a la esperanza de que algún día todo esto cambiará, de que algún día encontraré la fuerza para enfrentarme a ti y decirte todo lo que siento sin miedo. Y si es con miedo, espero que sea del bueno, porque padre, no siento que seas un buen padre. No como quiero, ni como los de mis amigos del colegio.
Pero, miento, no tengo a nadie ni nada, así que no sé cómo seguir, no sé cómo hacerlo, no sin ti. Porque en realidad, me gustaría saber qué piensas. Me encantaría averiguar qué quieres de mi nombre y qué pretendes hacer cuando no consiga todo lo que tú mismo dices que me propones. Y así, quizás, solo quizás, sepa a ciencia cierta cómo eres. Y si ese día no llega, no te preocupes, pero trataré de amenazarte con la mirada hasta que explotes. Yo como buena hija y tu como un buen padre. Pero como ninguno es bueno a su manera, pues dejemos que duela hasta que algo cambie, hasta que mirarte a los ojos no me resulte intimidante. Un amor como el de antes, tres palabras y estamos bien -hija te quiero- pero te desvaneces como el tiempo y te escusas con varias mentiras que trato de creerme. Para que duela un poco menos, para que duelas un poco menos, y quererme un poco mas, quererte un poco mas.
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𝐃𝐞𝐬𝐠𝐚𝐫𝐫𝐨𝐬 𝐝𝐞𝐥 𝐀𝐥𝐦𝐚
AcakSoy escritora, no contenta con los sentimientos reales, ansiosa me impongo a imaginarlos. Porque recuerdo todo muy bien, mi corazón no tiene piedad, no puedo dormir, no puedo llorar, solo derramo sangre en papel. No sé si eso me hace buena o mala p...