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—Fue genial volver a verte Gaara, pero tengo que irme.

—¡Espera, no te vayas! —él rápidamente agarra su muñeca, sin dejarlo ir. Sus ojos aguamarina se mueven inquietamente mientras su mano se vuelve cálida y roja.

Naruto voltea y sonríe, acercándose a su lado para poner su mano sobre la suya.

—No te preocupes, estaré bien. Además, tú tienes que seguir aquí vendiendo.

Gaara agita la cabeza en negación sin soltar su mano bronceada, sintiendo el calor bajo las palmas y yemas de sus dedos pálidos. Naruto siempre había sido tan cálido y suave.

—No, tú viniste desde tan lejos y ahora tome mucho de tu tiempo. Ya es tarde y afuera está lloviendo.

Naruto sonríe ante su preocupación, Gaara, su mejor amigo, siempre era tan cuidadoso con él y lo mantenía a salvo. Nunca podía quitárselo de encima y si se negaba era seguro que seguiría detrás suyo hasta el final. Por lo que debatir ahora no era una opción.

Naruto había estado caminando toda la tarde por el barrio aledaño a su hogar buscando distraerse de sus problemas. Hasta que sin saberlo llegó hasta el puesto de Gaara, quién era también un comerciante pequeño y a quién le vendía sus cosechas de su huerta y se repartían las ganancias.

Gaara en su cortesía le pidió quedarse a su lado. Había sido una tarde ligeramente soleada, pero como siempre, pronto, sin darse cuenta de cuánto tiempo estuvo allí ya había comenzado a llover.

Gaara es un hombre amable y sincero, que vela por su seguridad, sus hermanos y todo lo que le importa. Siempre lo trata con mucho amor y cuidado.

—Bueno... ¿y qué sugieres entonces? —pregunta Naruto tímidamente.

Gaara sonríe y se sonroja ligeramente, sus ojos verdes aguamarina brillan ante la positiva aceptación.

—Espera un momento, solo déjame guardar las cosas, —pide, soltando su mano y recogiendo rápidamente las cajas llenas de verduras.

Con sus fuertes brazos levanta las cajas más grandes y las lleva a su pequeño almacén que esta justo detrás de su puesto oculta por una gran manta delgada azul. Abre la puerta y va guardando una por una.

Naruto nunca entendía porque la gente no le ponía más atención a Gaara, era un hombre trabajador, era misterioso y un galán de voz seductora; sus ojos son hermosos, su piel es perfecta, es pelirrojo y alguien rudo, pero también tierno y sobreprotector.

Él tampoco parecía interesado en buscar una esposa ni había tenido citas, las chicas siempre están interesadas en él, y en parte lo entiende, todavía no confía en las mujeres y su pasado parece cercano y no quería causar problemas. Supuso que algún día llegaría la ocasión en la que sería más feliz.

Mientras lo observa con una sonrisa, recuerda también porque no se le acercan; su túnica roja era graciosa por lo que parecía un sacerdote y... Gaara no tenía cejas.

Es un hecho gracioso que Naruto no comenta activamente. 

Riéndose entre dientes Naruto se arremanga las manos de su túnica negra y se quita el hábito.

—¡Te ayudaré!

—¡No es necesario! —se apresura a decir su mejor amigo, acercándose a Naruto para quitarle la caja.

—¿¡Como que no, Gaara!? Así terminaremos rápido y podremos irnos antes de que oscurezca, de veras.

El chico de cabello rojo y rizado no tiene más opción que aceptar la ayuda cuándo Naruto se vuelve un cabeza dura y regresa a levantar más cajas. Gaara suspira y comienzan a guardar las cosas con una sonrisa.

Al menos ganó un poco más de tiempo de su compañía dulce y agradable.

Ambos levantaron las cajas entre risas y se resguardaron en el interior. Estaba lloviendo ligeramente y el lugar se había empapado.

Los pantalones marrones y botas se ensucian con el lodo y la camisa blanca se empapa poco a poco, pero Gaara se apresura a hacer su trabajo antes de que la lluvia empeore.

Momentos después terminan de guardar todo y de desmantelar su pequeño puesto de frutas y verduras, él retira algunas tablas de madera y cierra la puerta del almacén.

Gaara ofrece su lado derecho del paraguas con una sonrisa y Naruto acepta gustoso y caminan bajo la lluvia hacia el orfanato.

Naruto no puede saber con exactitud qué hora es, pero el cielo esta de un feo color gris oscuro y las calles comienzan a vaciarse rápidamente y los faroles de gas se encienden una tras otra.

Iban caminado por la calle en silencio cuando escuchan el sonido escabroso de un llanto que resuena por toda la calle solitaria.

Ambos se detienen abruptamente y se miran fijamente con los ojos abiertos.

Con el corazón latiendo desbocado en el pecho, se acercan al ruido que reconocen bien.

—¡Bua!

Rápidamente Naruto corre, sin importarle la lluvia y el frío y se pierde en un callejón oscuro. El llanto es cada vez más débil y es opacado por la lluvia.

Justo entre en una caja, cubierto por las bolsas negras y cajones marrones de madera, Naruto encuentra por fin la fuente del llanto; el causante de tantos gimoteos y lágrimas.

Naruto se le encoge el corazón y su mirada se vuelve triste y sombría.

Se acerca al moisés precario y humilde, saca a un pequeño ser con manos cuidadosas y brazos ligeramente temblorosos.

Gaara desde atrás los observa con una mirada melancólica, comienza a enfadarse al darse cuenta de la situación y aprieta con fuerza el paraguas en su mano.

—Es un bebé; uno recién nacido —dice Naruto en voz baja, arrullando al sollozante angelito que se encoge por el frío.

Rápidamente Gaara se quita su pesado y enorme saco para abrigar a ambos con dulzura y los protege de la lluvia con el paraguas negro, sin importarle en lo más mínimo empaparse de pies a cabeza.

—Vamos, ven aquí.

Naruto agradece la dulce atención con una mirada suave y una sonrisa amable, Gaara se la devuelve y los oculta en su pecho, guardando el calor para ambos. Naruto acurruca al bebé entre ambos mientras lo arrulla.

Ahora con una nueva personita inesperada ambos caminan por la calle juntos y apretados. Gaara los protege desde atrás, evitando que Naruto se moje la espalda e inclina un poco el paraguas hacia el frente para que el viento no lleve la lluvia a ellos.

Ninguno dice algo. Se concentran en mantener cálido al recién nacido, escuchando atentamente sus sollozos y que este respirando adecuadamente.

El pobre había sido abandonado aún con el despiadado y crudo clima, esperando a que muriera o alguien se compadeciera y lo recogiera de entre la basura.

Meine bien-aimé young gentleman [SasuNaru]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora