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White poison

Las calles del centro de Londres era tan animadas que cualquiera que las visitara quedaría encantado de todo en lo que posara su mirada, no importaba que fuera; productos, alimentos, animales, flores, damas, caballeros, todo era hermoso.

No había mejor lugar para vivir que esta magnífica y floreciente ciudad.

El clima del día era diferente al habitual, acostumbrados a las lluvias de la tarde, al polvo y humo de las fábricas, el hedor de desperdicios o la sombra de las nubes grises no lo eran para hoy. En cambio, se alzaba por el cielo un sol mucho más que radiante y alegre.

El cielo no era tan oscuro, la calle estaba aseada y las tiendas estaban abiertas de par en par mostrando el interior esperando atraer a alguien con sus presentes.

Las aves surcaban los cielos calmadamente y lanzaban en ocasiones chillidos, los gatos cruzaban rápidamente la calle para llegar al otro lado sin morir atropellados o pisados.

Monstruosos trenes gigantes realizaban ruidos ensordecedores llamando con el reconocible silbido de vapor sobre su marcha, los mozos de equipaje subían con diligencia maleteros y bolsos, algunos maquinistas llamaban con los silbatos para apresurar a los transeúntes a subirse y no ser abandonados.

Los carruajes no se detenían e iban de un lado para otro llevando a gente distinguida, algunas damas iban acompañadas del brazo de sus maridos esperando cruzar la calle entre tanto gentío y justo con la otra mano sostenían delicadamente hermosos paraguas decorados para cubrir su tez blanca del sol.

Ciertos jovencillos se quitan sus sombreros elegantemente e inclinan el cuerpo lo más estrictos posibles para hacer notar su alta educación cuando veían pasar a alguien a su lado.

Diferentes hombres de avanzada edad con pipa en mano adquirían los periódicos ofrecidos por los niños pagando lo necesario, alejándose con el papel para abrirlo y sumergirse en su lectura, esperaban enterarse sobre las noticias más relevantes que acontecían en el día o la semana.

Los abanicos se movían tímidamente sobre las caras de las jovencitas intentando no llamar la atención de indeseados e inmediatamente algunas se amontonaban entre ellas para observar los más nuevos productos de belleza sobre los aparadores para su deleite personal.

— ¡Oye, me estás robando ¿Cuánto crees que gano al mes?!

El grito de una persona cerca de la tienda de repostería llamó la atención de algunos curiosos.

Haciéndose parecer no entrometidos, se aproximaron con cuidado y prestaron atención al escándalo que comenzaba a formarse en la tienda; Al parecer, un señorito con ropa de hermana asociada a la gran catedral de San Pablo estaba discutiendo con el dueño de la panadería.

Se conseguía apreciar por el gran letrero en la entrada que la tienda tenía por nombre "Boulangerie dessert du soir" escrita en letra cursiva y poseer como ornamento flores talladas en la madera ocre. Exhibía en grandes cristales los más lindos y apetecibles panes, postres, pasteles y dulces. Digno de una de las panaderías de renombre incluidas por esa calle de la ciudad.

— Escucha mocoso; Puedes tomarlo o dejarlo, — clamó el hombre de aspecto tosco.

Por su aspecto lucia como un señor francés de unos 40 años, alto y robusto, tenía la barba afeitada y las manos llenas de harina; utilizaba el característico sombrerito pequeño de lado.

— Me estás robando, ¡eres un completo mentiroso!

— ¿Qué dijiste, niño ridículo? ¡¿Acaso deseas una paliza?!

Meine bien-aimé young gentleman [SasuNaru]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora