ⅩⅣ

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The ducklings that will become swans

Sus pasos lo llevaron hasta donde se originaban las risas y gritos de alegría, el alborozado y agradable sonido de la felicidad.

Iruka coloca una de sus manos contra el pilar de piedra oscura del orfanato y mira con ojos suaves y una sonrisa hacia al patio. Era un hermoso día soleado, como muy pocos, Naruto y los demás niños estaba jugando y cuidando del huerto juntos.

Estaban llenos de polvo y hierva, las ropas sacras de Naruto estaban sucias, pero no le molesto, aunque sin duda sería una faena difícil quitar las manchas de la tela.

Iruka se recarga contra la columna fría y suspira melancólicamente a pesar de que es una vista hermosa como una pintura de querubines en el paraíso. Sus ojos marrones solo se concentran y enfocan a una sola persona. Su semblante alegre da paso a una apesadumbrada.

Las expresiones de Naruto han cambiado.

Lo cual no es malo, admite infantilmente, pero acostumbrado a algo cotidiano y que de repente aparezca algo nuevo lo hace sentir confundido y un poco molesto.

Iruka nunca había visto ese aspecto antes en Naruto y no cree que sean las únicas caras que no haya visto, especialmente en su presencia. Siente como si lo hubieran apartado de una parte fundamental e importante en la vida de su hijo, de su Naruto.

Relegado a ser un espectador en lugar de ser la causa principal de sus emociones.

Es difícil aceptar que ya no tiene el control ni es alguien susceptible en la vida del niño que veía crecer desde que era un bebé.

Naruto ya no reirá del mismo modo por sus regaños y, las expresiones familiares e íntimas, se irán y otros las provocarán; serán aspectos y rostros ajenos y distantes, como ahora.

Siempre amó que Naruto compartiera sus dichas y desgracias, pero, por primera vez, se siente excluido, desconfiado, y desea egoístamente volver a ser el centro del mundo en la vida de Naruto.

Cada vez que se acerca a él, Naruto dice que no es nada, que puede arreglarlo solo, incluso si no le ha preguntado de que se trata o cual es el problema del que quiere conversar.

Iruka quiere que Naruto vuelva a ser un niño, un atolondrado y rebelde chico que ama las flores, a sus hermanos, y a él, su padre. 

Nada a cambiado, ninguno de sus intereses o sentimientos, lo que lo perturba es su silencio y su retraimiento a confiarle lo que siente como antes.

¿Acaso teme el rechazo? Iruka jamás diría o haría algo que haga sentir a su hijo de mala manera.

«Papá, ¡léeme ese cuento de nuevo!»

«¿Sí?»

«¡Si, el del caballero!»

«Umm, ¿Qué te parece si te cuento algo diferente esta noche? Sobre un patito feo.»

«Un patito feo... ¿Por qué? ¡No quiero!»

«Escucha, Naruto, puede que ahora no lo entiendas, pero lo harás cuando escuches toda la historia.»

Y desde ese entonces Naruto realmente lo amó; aquella linda historia del patito feo que todos no querían, pero, que al final, se había vuelto el más hermoso cisne del estanque.

Era el cuento favorito de Iruka desde que también se había quedado solo en el mundo y saber que Naruto compartía el sentimiento fue agradable y cálido. Su niñez fue parecida, tal vez por eso simpatizó con Naruto.

De entre todos los niños que cuidó y vio crecer, hacer sus propias vidas y elegir sus caminos cuando fue el momento adecuado, solo Naruto decidió quedarse a su lado. 

Meine bien-aimé young gentleman [SasuNaru]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora