Siempre me habían dicho que el amor puede surgir en cualquier lugar, pero..
¿También puede surgir en dos egocéntricos que no quieren que nadie esté por encima de ellos?
Tienes que descubrirlo en un mundo lleno de traiciones, amor y sobre todo...
Pas...
La cabeza me palpita al punto en que quiero arrancarmela y lanzarla a diez kilómetros de mi.
Cualquiera hubiera pensado que lo que pasó anoche fue tan solo un sueño, de aquellos que sientes tan verdaderos y nunca piensas que van a pasar. Pero al abrir los ojos y darme cuenta que todos mis hombres estaban tirados en el suelo durmiendo como unos bebés supe que había sido realidad.
Abrí la tarjeta que tenía entre mis dedos, era una letra cursiva donde decía que en dos días estuviera en el restaurante De Rosses antes de las ocho y al final venía firmado por Violeta.
Maldita mujer.
¿Cómo es que había entrado sin recibir un solo disparo por parte de mis hombres?
Me deje caer en el sillón de la sala, subí los pies a la mesa de centro y mi mirada se perdió en algún punto inespecífico.
–No hay ningún honbre muerto– entro Ivanov a la sala sentándose en el sillón individual con una taza de café entre sus dedos– al parecer a todos nos durmieron.
–No se si Violeta es una mujer muy inteligente o mis hombres son unos completos estúpidos por no darse cuenta– deje caer la cabeza para atrás soltando un bufido– me dejó una carta.
–¿Qué decía?– dejo la taza de café sobre la mesa de centro.
–Me quiere ver en dos días en un restaurante.
–¿Y si es una trampa para acabar contigo?
–No lo creo, está hubiera sido su oportunidad de oro y no la aprovecho. Supongo que es para otra cosa.
–¿Irás?– dio un sorbo a su café.
–Por supuesto que iré, no me perderé la oportunidad de ver a esa mujer.
Ayer pude notar algo diferente en ella, al principio estuvo a la defensiva pero cuando mis manos se posaron sobre su cuerpo todo en ella se tenso.
Se que Violeta también anhelaba besarme y quería que la siguiera tocando.
¡Joder!
Se veía increíble con aquel vestido que hacía relucir su cuerpo, en ese momento pasaron varias imágenes de todas las cosas que podría hacerle teniendo ese vestido puesto.
Estuve a solo milímetros de poder probar sus labios pero alguien llegó a interrumpirnos y joder el momento.
–Señor– uno de mis hombres me llamo quedándose en el umbral de la puerta– la señorita Diana quiere hablar con usted.
–¿Ahora que quiere?– rodé los ojos.
Pensé que le había quedado muy en claro que no la quería volver a ver, que se regresará a Rusia y se alejara de todo lo que yo estuviera involucrado.
–¿Hago que se la lleven?– preguntó Ivanov.
–Dejenla pasar– ordene al hombre y al instante se desapareció de nuestras vistas para ir por ella.
Tendría que ser más claro con ella, y si es necesario tendría que cortarle el cuello con tal de que supiera a dónde pertenece.
El hombre volvió con ella detrás de él, su expresión era neutra, no era como antes la veía. Incluso su manera de caminar había cambiado, se sentó en uno de los sofas individuales a mis lados y cruzó sus piernas haciendo que el vestido se le subiera un poco.
–Los dejaré solos– Ivanov tomo entre sus manos el café y se fue de la habitación dejándome con ella a solas.
Hubo un silencio que nos acompañó durante varios segundos, sus verdosos ojos cayeron sobre los míos con un tanto de furia en ellos.
–Pense que te había quedado muy claro que no te quería volver a ver– entrecerre los ojos.
Baje los pies de la mesa sentándome en forma recta, desabotone mi saco y deje recargar mi espalda sobre el sofá.
–¿Qué quieres?– pregunté de forma dura y sin una pizca de amabilidad.
–Devuelveme mi trabajo– su voz sonaba firme, sin duda algo había cambiado en Diana para que me hablara de esa manera– sabes muy bien que he llevado tus negocios de una manera impecable y te será muy difícil conseguir a alguien como yo que haga todo sin que la policía meta sus narices.
En eso tenía razón, su trabajo siempre me había sorprendido llevando el orden en mi dinero, de alguna manera sobornaba a los rusos para que dejarán pasar por alto los impuestos que debía y le pagaba al gobierno para que no se metiera en mis asuntos.
Pero su maldito empeño por ser alguien en mi vida personal hizo que lo jodiera todo, volviendose alguien muy difícil de controlar y eso no me gustaba en nada.
–Claramente te puedes buscar un trabajo más seguro– me cruce de brazos– ¿O es que sigues empeñada en querer ser mi puta?
Una media sonrisa se asomo en la comisura de los labios, paso una mano por su larga cabellera obscura y volvió su mirada penetrante hasta la mía.
–No me interesa seguir siendo tu puta personal Vladimir, trabajar contigo me ofrece varios beneficios a mi. Una paga que nadie podrá igualar así como estar libre la mayoría de mi tiempo.
–Las personas no cambian de opinión de manera tan abrupta– la mire de arriba a abajo– hace tan solo unos días me estabas llorando por tenerte en mi cama como la única y ahora ya no quieres nada.
–Es de sabios cambiar de opinión.
Me lo pensé por varios segundos, tener a Diana entre los míos me traería más beneficios que desventajas.
–Retomas tu trabajo a partir de mañana, pero no pienses que te aceptaré nuevamente en mi casa.
–No esperaba quedarme aqui– se puso en pie tomando su bolso y pasarlo por encima de su hombro– nos vemos mañana Vladimir.
Paso por un lado mío, hasta que escuche la puerta principal de la casa cerrarse y escuchar el eco por todo el lugar.
No me la creo al completo que Diana no quiera nada conmigo, aún puedo ver en su mirada que estaría dispuesta a besar el piso por dónde yo paso con tal de ser la única.
Pero mientras no siga con esa estupidez o empiece nuevamente con sus reproches la dejaré trabajar para mí.
Total, ¿Qué puedo perder?
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