"Capítulo 22"

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—¿A dónde dices que vamos? —pregunto por enésima vez desde que nos subimos al coche.

—A conocer la ciudad, Mery. —responde Matteo, absorto en la carretera—. Sé que no conoces nada sobre Manhattan, así que yo te lo voy a enseñar.

Asiento, aunque no me ve, y fijo mi vista en el paisaje de la ventanilla.

Ha pasado una semana desde aquel fatídico sábado en el que llegaron los innombrables bichos de mi pasado al departamento. Por suerte, estos últimos no han aparecido más ni he sabido absolutamente nada de ellos últimamente y pido en silencio al señor para que se siga manteniendo así. La semana transcurrió con normalidad; clases aburridas, chismes con Jade, pláticas con Zack, citas con Matteo y mucho sexo con él; lo normal de mi dia a día.

Lo que no es normal, ni tampoco de mi día a día, es que hoy, domingo, yo esté despierta a las ocho de la mañana y subida en el coche de Matteo cuando él asegura que va a adarme un tour por la ciudad. No se si asustarme o alegrarme.

A saber a dónde me lleva este loco.

—No más no me secuestres.

—Tentador. —se limita a responder, con una sonrisa.

A ver, yo confío en mi novio, pero a veces se pasa de creativo.

¿Ejemplo? Ya sabía que preguntarían.

El jueves reciente al señorito romántico le dió por hablar por los megáfonos de todos los pasillos de la universidad en el horario de almuerzo y se puso a decir lo mucho que quiere a su novia. Hubiera estado todo normal, pero claro, como que me llamo Émery Talhía Johnson, mi vida no puede ser normal, y él tuvo que decir mi nombre y mi apellido completo al declararse al oído de todos los estudiantes. Como comprenderán, me puse muy colorada y estuve encerrada en uno de los cubículos del baño veinte minutos hasta que Jade y Briana llegaron a rescatarme. No me molestó, más bien me avergonzaron las miraditas curiosas de las personas, ya que al principio del curso aseguramos que no teníamos una relación. Y ahí estaba yo; embobada con ese idiota.

Lo otro sospechoso es la ropa. Matteo dijo así; "Algo cómodo con lo que te puedas mover con facilidad, porque hoy vas a ejercitar mucho el cuerpo". Nada más me comunicó eso en la mañana, me imaginé los más guarros escenarios posibles, y él lo vió en mi mirada y se comenzó a reír. Al final, él mismo acabó sacando de mi armario un short corto de mezclilla, una sudadera negra ancha con la imagen de unas notas musicales y unas botas blancas de tacón que no uso desde el año pasado.

—Llegamos. —anuncia de repente, aparcando en...

¿Dónde carajos estamos?

—¿A dónde me trajiste?

—Mmm... —comienza a rebuscar algo en los asientos traseros. Me muestra en sus manos una clase de venda fina de color morado claro—. Voy a taparte los ojos y ya lo descubrirás.

¿Qué vicio tienen las personas de mi vida con taparme los ojos?

Simplemente me dejo hacer y me volteo en el asiento hasta darle la espalda. Cierro los ojos y al instante siento la venda envolver mis párpados cerrados. No lo aprieta como para hacerme daño, pero sí para que dicha tela no se mueva de su lugar.

Escucho movimiento por su parte en el coche y activo todos los sentidos de mi cuerpo que no son la vista para intentar enterarme de todo lo que pueda.

Somos ciegas, pero nada nos impide ser chismosas.

Vuelvo a ponerme en altera cuando escucho que la puerta de mi lado se abre. Luego siento la mano de Matteo sobre la mía y salgo del coche trás un suave impulso por parte suya.

Un Error que volvería a cometerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora