"Capítulo 5"

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Por increíble que parezca, ya han pasado dos semanas desde que Matteo Brooks y yo vivimos juntos. Y nos va raramente de maravilla. Va todos los findes al Chelsea Market, como le dije. No deja ropa ni platos o vasos tirados. —es bastante ordenado— Me lleva a los sitios que le pido. E incluso hablamos mucho. Además de que cabe mencionar las pequeñas ocasiones en las que me hace ese tipo de bromas calentonas que me ponen de los nervios. Y otras en las que nos quedamos mirando fijamente sin mencionar palabra. Es bastante raro, pero no llegar a ser incómodo. Tampoco hemos discutido, al menos no fuera de lo típico; la cena del día, algún que otro debate sobre alguna peli, ese tipo de cosas.

Eso sí, en estas dos semanas he aprendido varias cosas.

Aunque Matteo aparenta ser muy bromista y vivir la vida a lo más sin preocupaciones, lo he oído en múltiples ocasiones hablar con su madre. Le pregunta cómo se encuentra, si necesita algo, si quiere que la visite... Y a ver, no es que yo sea una chismosa compulsiva. Solo es A VECES. Por otro lado, nunca me ha mencionado nada de su padre. Y yo tampoco es que quisiera sacar el tema. Sé perfectamente qué se siente que te presionen a hablar de algo que no quieres. Y si a estas alturas no sé ni su nombre, debe ser algo que no le guste mucho hablar.

También he notado que le gusta mucho la comida salada, pero de vez en cuando me pide que prepare algún que otro zumo de frutas. Y cuando viene de hacer la compra del centro comercial, siempre trae una tarta de chocolate o botes de helado para comerlos mientras vemos alguna película de terror.

Y como siempre, acabo por estar pegada a él como una garrapata por el miedo. Las que había visto antes, no se comparan en nada con estas. Es más, hasta siento que toda mi vida he estado viendo películas de terror nivel 1 para bebés.

Bueno, volviendo al tema. Otra de las muchas cosas que descubrí, es que los fines de semana hace ejercicio una hora cada mañana en el gimnasio. Cada vez que se levanta a las nueve de la mañana para hacerse su desayuno, —un hermoso y asqueroso batido verde, que según él es muy nutritivo y saludable— termina por levantarme a mi tambien con el espantoso ruido de la licuadora. Así que por eso, es que me he creado la rara costumbre de levantarme a esa hora junto con él.

Así que aquí estoy. Despierta a las nueve de la mañana en pleno sábado. Sólo que en vez de hacer ejercicios que hacen que sudes hasta la última gota de sudor de tu cuerpo, —aunque Matteo ya me propuso hacerlos junto a él, y yo, claro, me negué— estoy dispuesta a empezar a hacer yoga sano y sin esfuerzos a través de videos de Youtube. ¿Qué mejor vida que la mía?

—¿Estás segura? —pregunta Matteo desde la cocina, bebiendo su terrorífica bebida verde—. ¿De verdad que no quieres hacer los ejercicios conmigo en el gym del hotel? Recuerda que los gastos son reducidos.

—Que nooo. —respondo mientras coloco la toga de color morado extendida en el suelo, detrás del sofá—. ¿Por qué tanta insistencia con eso?

—Por dos razones. Una, es para que no te quedes aquí sola y deprimiéndote mientras haces los ejercicios "pasivos" de ese vídeo. —señala mi móvil, en el suelo—. Y la otra y principal, es porque me pone mucho imaginarte en un traje ajustadito mientras sudas.

Ignoro su pervertido comentario, a pesar de que todavía no me acostumbro del todo a escucharlos. Porque sí, los dice a menudo. MUY a menudo. Y lo más raro es que no me molestan, más bien me avergüenzan y me dan ganas de que la tierra me trague por el color tan rojo que toman mis mejillas cuando los dice.

—Vale, vale. Matteo, ¿no tienes que irte? —pongo mi cara más angelical posible mientras trato de evitar que mis mejillas se sonrojen.

—Sí, sí. Ya me voy pesada. —coge su celular y sus auriculares antes de cambiar en dirección a la salida.

Un Error que volvería a cometerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora