Vale. Odio las despedidas. Mucho. Y más las odio cuando sé que no veré a las personas en cuestión por aproximadamente dos años. Y más si esas personas son mis padres y Emilia, mi hermana mayor.
Estudio la carrera de relaciones públicas en la universidad de los Ángeles, California, cerca de mi casa. Mis amigas, Sophia, Grace, Lina y yo formamos un grupito desde el comienzo del primer año. Me va bien, notas excelentes, amigas unidas, una familia que me quiere... Pero algunas cosas cambiaron. Y para mal. Y todo por culpa suya. Aunque Dan es un tema que prefiero mantener clausurado en mis recuerdos por el resto de mi vida, simplemente tampoco puedo pretender que por su culpa no haya tenido que cambiarme de universidad y ahora, mudarme a Nueva York. A penas es el comienzo del segundo curso y tuve que matricular en una nueva uni. Y lo peor, a tres horas de mi ciudad. Por ende, lejos de mi familia.
Viendo por el lado bueno, no todo es malo. La NYU, es una universidad con muy buena reputación. Había querido asistir allí desde un principio, pero no me atrevía a mudarme de ciudad. Y aunque parece ser que lo que necesitaba era que un idiota me diera el empujón necesario para atreverme a hacerlo, no me disgusta del todo la idea de alejarme y pasar un tiempo a solas en un ambiente distinto y lejos de todo.
Ahora mismo, estamos los cuatro —mis padres, Emilia y yo— en el aeropuerto, yo con mi maleta en la mano apoyada en el suelo, en absoluto silencio y esperando a que alguno diera el paso de decir "Adiós".
Mi papá carraspea.
—Eh... Supongo que... te extrañaremos mucho, así que... eh... buen... viaje.
Bueno, mi padre también es igual a mi. Mejor dicho, yo soy igual a él. Ambos odiamos las despedidas.
Me acerco a él y lo abrazo con fuerza.
—Yo también los extrañaré mucho a ustedes. —murmuro, aún abranzándolo.
Mamá carraspea con ansiedad.
—Eh. Que también estoy aquí y quiero despedirme de mi hija. —se queja. Ella al contrario de nosotros, es más abierta e impulsiva.
—Que sí mamá. Ya voy. —me dirijo a ella y le doy un suave beso en la frente—. Cuando regrese de visita quiero ver en la mesa todos mis platillos favoritos. ¿Sí?
—Claro, hijita. —sonríe con un céntimo de tristeza.
—Hey, hermanita. —me llama mi hermana. A ver qué se le ocurrió—. No te olvides de esto. —saca de detrás de su espalda una pequeña cajita.
Oh, no. No se atrevería. ¿O sí?
Sabemos que sí.
Sin ni siquiera darme tiempo a pestañear, me lanza el pequeño paquete cuadrado de condones. El cual agarro por PURO impulso. OJO: No es que me interesen.
—Recuerda. Protección ante todo, Emy. —y sonríe maliciosamente.
Serás perra.
Miro de reojo a mis padres y veo sus caras de risa, muy mal disimuladas. Creo que no consigo evitar que el calor y la sangre suba a mis mejillas, porque aparte de sentirlas arder, mi hermana se ríe a carcajadas de mi reacción. Aún colorada, guardo sigilosamente la cajita dentro del bolsillo del abrigo.
—Ya, ya. No es para tanto. —suelta unas risas más, las cuales se van apagando lentamente hasta quedar una expresión seria en su rostro—. Extrañaré molestarte, hermanita. Y más te vale presentarme a algún riquillo guapo de esos que viven allá.
Río ante su pensamiento.
—Claro que sí, Millie. Y ahora sí... —miro detrás mío, al avión
—. creo que es hora de irme. Los amo. —me acerco una última vez y les doy un beso y un abrazo a cada uno.
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Un Error que volvería a cometer
Ficção Adolescente¿Qué pasaría si de la nada tuvieras que compartir tu nuevo departamento con alguien por un error de una empresa inmobiliaria? ¿Te lo has preguntado? ¿Y si ese "alguien" es un chico? ¿Qué harías? ¿Y si está guapísimo? ¿Y si está buenísimo? ¿Y si tien...