"Capítulo 23"

60 10 4
                                    

MATTEO POV

La observo como embobado, mientras recorre felizmente como una niña pequeña los mostradores de la tienda, y en cuanto más la miro, más me parece la mujer más jodidamente hermosa del puto planeta.

No sé exactamente si es por su sonrisa de oreja a oreja, o por los brinquitos de felicidad que realiza al cabo de cierto tiempo, o quizás se debe a la manera en que se aprieta las mejillas con las palmas de sus manos cuándo algo se le hace muy tierno. O... simplemente se debe a que es mi novia y solo puedo y quiero mirarla a ella.

O tal vez, y sooooolo tal vez, a la forma en que ese short corto que elegí muy sabiamente, le resalta su hermoso, redondo y perfecto culo.

Lo veo y me entran unas ganas repentinas de clavar mis dientes en la suave piel de la zona. Estoy seguro de que se volvería roja, incitándome a repetir el movimiento, y entonces clavaría mis manos sobre sus dos nalgas y las apretaría a mi antojo como si...

—¡Matteo!

El chillido de emoción de Émery me saca de mis cochinas fantasías sexuales y clavo mis ojos en ella, interiormente agradeciendo la interrupción o tendría un problema muy gordo llamado «ERECCIÓN». Demás decir que el problema no sería lo único que estuviera gordo como siguiera imaginándome las poses del kamasutra en su compañía.

Mi imaginación suele volar muy alto cuando se trata de ella.

Me centro en ella una vez más y veo que corre hacia mí, emocionada, y me es imposible no esbozar una enorme sonrisa al contemplar la suya.

Mas todo signo de sonrisa desaparece de mi rostro cuando veo sus intenciones grabadas en sus ojos grises, al detenerse delante de mí y enrollar sus manos alrededor de mi cuello, ladrando la cabeza muy, no, demasiado, inocentemente.

—Mi amor...

—No. —digo firmemente, cruzando mis brazos sobre mi pecho.

—Pero...

—No.

—¡Aún no he dicho nada! —se queja haciendo un puchero.

Adorable.

—La respuesta es no. No. Vamos. A. Comprar. Un. Perro.

—Pero, ¿por qué? —frunce los labios en un pico y arquea las cejas, formando una mueca de niña disgustada en su rostro.

—Porque a dieferencia de tí y la garrapata, a mí no me gusta vivir con perros.

—¿Eres alérgico?

—No.

—¿El hotel los prohíbe?

—No, no decía nada en las cláusulas.

—Entonces no hay problema. —sonríe inocentemente, haciendo que se formen pequeñas arrugas en las comisuras de su boca.

—No. No quiero. —sonrío de la misma manera.

De ninguna forma voy a vivir con un pulgoso en mi casa.

Un Error que volvería a cometerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora