Prólogo

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6 meses después...

—Nena, no te vayas. Escúcham...

Le interrumpo. Sus pasos de apresuran a seguirme el ritmo.

—De todas las personas que conozco, jamás imaginé que precisamente tú, me mintieras en la puta cara. —murmuro con la voz entrecortada y lágrimas en los ojos.

Me dirijo al pasillo a paso rápido. Tengo que irme de aquí. Ya.

—No, no, no. Nena, todo esto tiene que ser un error. Nunca te mentiría. Es... una equivocación. —hace un ademán de agarrar mi mano para detenerme pero me aparto.

—Ah, qué curioso. Eso mismo es lo que me dijiste hace un par de meses. Y te creí. ¿Cuál fue el resultado? Mi jodido corazón en pedazos.

Me detengo en frente del ascensor, me giro y me encuentro con sus ojos celestes, observándome cauteloso. Mis lágrimas aún cayendo por mis mejillas como cascadas.

—No digas eso. No podemos tirar a la basura tantos meses maravillosos, enana.

Oh, no. Enana no. Joder, no me la tortures así. Sabes que la muy idiota no se resiste cuando usas alguno de tus apodos, cabrón.

—Es tu culpa que todo haya acabado de esta manera. Es tu culpa que todo haya terminado. No, ¿sabes qué? También es culpa mía por haber sido tan estúpida.

Nos miramos unos segundos más en silencio y maldigo en el momento exacto en el que sus ojos se tornan de un brillo cristalino que, pese a haber visto sólo una vez, lo reconozco perfectamente.

Oh, mierda. No, no, no, no. Joder, no lo hagas.

No te vayas, enana... No soy capaz de imaginar una vida sin ti.

Tarde. Ya está llorando.

No, no. Una de mis debilidades es cuando los chicos lloran. Y el impacto es mucho mayor cuando se trata de mi exnovio de hace quince minutos. Al que por cierto, todavía amo. Es innegable, pero... tampoco cederé. No se lo merece. Ni yo tampoco.

—Pues comienza a hacerte una idea. No soy capaz de estar a tu lado, pasando todo lo que está pasando. Y tú sabes muy bien de lo que hablo. —me giro.

Pulso el botón número uno del ascensor, esperando a que este abra sus puertas y me lleve a la primera planta.

—Entonces me esforzaré hasta que seas capaz de estarlo. Hasta que me perdones. No me rendiré. Nunca. —dice él a mi espalda. Siento su mirada clavada en mi nuca.

—No te esfuerces en algo que no sabes si puedes conseguir.
—murmuro en tono bajo, casi inaudible, pero sé que lo escuchó ya que no hay ni una sola alma humana por todo el corredor. Solo nosotros dos—. Olvídate de mí y de verdad, espero que seas feliz... Adiós...

El ascensor por fin abre, a lo que entro y espero a que las puertas metálicas se cierren. Mierda. ¿Por qué el ascensor está especialmente lento justamente hoy?

—Adiós, enana... Por ahora. —sonríe de lado con tristeza—. Haré todo lo que tenga que hacer, mover la tierra y el Sol si es necesario con tal de me perdones. Mi vida es solo junto a ti. No hay otra forma en que pueda ser feliz. —hace una pausa—.¿Sabes por qué? —otra pausa—. Porque te amo, Mery.

Y justo en ese momento, mientras nos miramos fijamente, ambos con
lágrimas inderramadas, las puertas de metal comienzan a cerrarse, privándome poco a poco de sus hermosos ojos claros.

Mientras estoy dentro del ascensor, no puedo evitar preguntarme...

¿Será esto lo correcto?

Pues claro. Nueva vida, comienza ahora.

Sólo espero que en el trayecto no me vea enredada de nuevo por cierto chico de ojos celestes.

Un Error que volvería a cometerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora