"Capítulo 13"

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Jo...

...der.

"Quería un maldito clon de sí mismo".

Esas palabras resuenan en mi cabeza como latigazos a medida que más las sigo pensando.

¿Es que su padre está loco?

A penas hace una hora estaba destilando humo por las orejas de sólo oír cómo Zack se vió obligado a elegir una carrera que no quería por culpa de sus padres, y aunque el caso de Matteo no es el mismo, me da mucha más rabia que sólo siendo un pequeño niño su padre ya estuviera llenando su cabeza de ideas de cómo tenía que ser su futuro. Sin darle elecciones.

¡Por Dios, que era un niño que probablemente ni siquiera sabía ni cuatro por dos!

—Y eso no es todo. —murmura él, sacándome de mi burbuja.

Trago saliva con fuerza.

—¿Qué más?

—Por supuesto, cuando fui más mayor, sobre los catorce, empecé a negarme a asistir a todas esas malditas reuniones del demonio, las entrevistas; todo eso. Y claramente, a él no le gustó. Ni un poco. Así que cuando me negaba a hacerle caso en alguno de sus caprichos, utilizaba lo único que podía hacer ceder a un adolescente hormonal y rebelde, —alzó sus manos; una la hizo un puño al lado de su cabeza y con la otra señaló dicho puño acierta distancia—. los golpes.

Ahora sí que enloquecí.

—¿Te... Te pegaba? —murmuré en un hilo de voz, a penas audible.

—Sí, Mery, me pegaba. Y mucho. Incluso no solo a mi, a mi madre también le pegaba.

Ese imbécil definitivamente está loco.

—¿P... pero por... por qué? —tartamudeo con voz frustrada.

¿Se puede saber por qué tartamudeas tú, como si la experiencia fuera tuya?

Sht. Estado de shock, sensibilidad y frustración, no combinan.

—Supongo que el cambio en mi después de tanto tiempo era notorio. Habían pasado casi dos años, tenía dieciséis. Empezaba a caminar con dificultad, los moratones en las costillas o en los ojos eran cada vez más grandes, mis múltiples muecas de dolor cuando hacia algún esfuerzo... Aunque yo le decía que eran problemas en el instituto con mis compañeros, mi madre no era tonta, se dió cuenta. Lo encaró, me defendió y ese imbécil hizo con ella exactamente lo mismo que había estado haciendo conmigo; le pegó. Delante de mí.

Esto ya es pasarse.

—Mamá esa vez lo soportó, ya que había creído que había sido algún arranque de ira por la pelea que recién habían tenido. Pero no había sido eso. Luego de esa discusión en que mi madre pensó que no volvería a ocurrir su "arranque", él volvió a pegarle. Una, otra, otra y otra vez. Ya no lo soportaba más. Por un lado estaba yo, con dieciséis malditos años, obligándome a cosas que no quería y con continuos puñetazos en todo el cuerpo, aguantando el dolor en silencio como siempre había hecho, y por otro, estaba mi madre, el pilar de mi vida, la mujer que me dió la vida, sufriendo los maltratos del imbécil de su marido. Ella no se merecía eso Mery. Ni yo tampoco.

«Así que, unos meses después de la primera vez que le había pegado, mi madre decidió tomar la mejor decisión de su vida; divorciarse de él. Mi padre se rehusó obviamente, pero terminó ganando el divorcio después de un arduo juicio. Y como todavía yo era menor de edad, también me llevó con ella. Nos mudamos a una casa bastante alejada de la mansión, pero lo suficientemente cerca del instituto como pata ir en coche».

Un Error que volvería a cometerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora