Después de aquella noche, decidimos no mencionar más el tema. Ni Jade ni yo hemos dicho algo al respecto, como una clase de acuerdo mutuo.
Todo sigue su curso normalmente.
O eso diría si fuera normalmente del todo.
Porque a ver...
PIERCINGS.
Tengo. Dos. Malditos. Piercings. En. Mi. Cuerpo.
¿Cómo?
Pues...
Pasado; hace una hora...
Mientras duermo tranquilamente entre las cómodas sábanas de Matteo, siento el ruido sordo de la puerta al abrirse:
—¡Émery! —grita la chillona de mi amiga, mientras siento sus pasos acercarse a mí cuerpo desplomado en el colchón—. ¡Despierta!
—Vete a besar a Owen y déjame en paz, joder. —murmuro, sin despegar mis ojos.
—Vamos, perezosa, levanta el culo de la cama.
—No molestes, Jade. —me acurruco más en las sábanas.
Hay unos segundos de silencio, hasta que Jade habla.
—Perfecto. ¿No te vas a levantar? —niego, adormilada—. Entonces, supongo que no te quejarás cuando la aguja traspase la piel de tu oreja, ¿no?
Mi cuerpo, automáticamente, se espabila, se incorpora y observo con los ojos bien abiertos.
—¿Qué has dicho? —pregunto.
—Eso mismo.
—¿Me quieres torturar sacándome la sangre con agujas en la piel?
—¿Eh? ¿Qué clase de bruja crees que soy? —se hace la sorprendida e insultada.
—La de mis pesadillas.
—Vale. —dice, para nada ofendida—. Levántate, te pondré hielo y en media hora te pongo el piercing. —avisa.
—¿Eh? —cuestiono, perdida—. ¿Un piercing?
—No, en realidad serán dos. —corrige.
Termino de levantarme completamente, y una vez en pie, observo a mi mejor como si fuera una loca.
—¿Dos?
—Sí, dos. —repite.
—¿¡Dos!? —repito, más alterada.
—Que sí, Émery, dos.
—¡¿Cómo que dos?! ¡¿Dónde?!
—En la oreja y el ombligo. Se ven sexys y están de moda. A los hombres les atrae mucho en la cama a la hora del sexo. —me informa.
—Pues no le veo el motivo a que yo los tenga que usar.
—El motivo el simple; no eres lesbiana y aunque lo fueras, me agradecerás cuando tengas sexo con alguien.
—¿Y qué?
—Accediste a ser mi conejillo de indias sin rechistar, ahora te aguantas.
—¿Al menos tienes experiencia, no?
—Una que otra prima, así que sí, tengo experiencia.
—Bien. —asiento, un poco más aliviada—. Me alegra oír que las probabilidades de que termine con una oreja infectada son pocas.
—Inexistentes. —corrige mientras ambas salimos de la habitación—. Además, se te verán bien.
—Si tú lo dices...
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Un Error que volvería a cometer
Novela Juvenil¿Qué pasaría si de la nada tuvieras que compartir tu nuevo departamento con alguien por un error de una empresa inmobiliaria? ¿Te lo has preguntado? ¿Y si ese "alguien" es un chico? ¿Qué harías? ¿Y si está guapísimo? ¿Y si está buenísimo? ¿Y si tien...