"Capítulo 11"

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Mierda.

¿Y ahora yo qué hago?

Le dije que obtendría un premio, pero, ¿¡qué puto premio!?

Tal vez sea una broma.

«Con una condición» «Quiero un premio» «Lo dejo a tu imaginación, bonita». Definitivamente, no es una broma.

Vale, pero, ¿qué puede querer?

Y debo apresurarme porque en cualquier momento vendrá por ese pasillo diciendo...

—Ya terminé.

—¡Jopé, qué susto! —exclamo—. Deberías dejar de hablarme así de repente.

Matteo, que está con el mismo delantal de la mañana y un par de guantes que lo hacen ver muy chistoso, se quita todo de encima y viene a sentarse a mi otro lado del sofá.

—¿Y bien? —pregunta.

—¿Qué? —me hago la inocente.

—Sabes de lo que hablo.

—¿De qué hablas?

—Vamos, Émery, un trato es un trato.

Bufo, irritada, y no sé ni por qué.

—Vale. Pero es que no se qué...

Y ahí se me prende la bombilla de las ideas.

¿Cómo no se me ocurrió antes?

—Matteo.

—¿Sí?

—Necesito que te vayas.

—¿Eh?

—Necesito que te vayas. —repito.

—¿Me estás echando de mi propia casa? Lo que hay que ver...

—Venga, fuera, es por una buena causa.

—Tus buenas causas me dan miedo.

—Esta es una buena causa buena.

—De acuerdo, ¿cuándo regreso?

Miro mi móvil. 11:20 A.M.

—Para la cena. Entre las siete y las ocho.

Él abre los ojos como platos, sorprendido.

—¿Tanto?

—Sí. Tengo que hacer varias cosas antes.

—Pues qué remedio. —se levanta y se dirige a la puerta con una sonrisita en la cara que no llego a entender.

A penas siento que la puerta se cierra, desbloqueo mi celular y rebusco en mis contactos el número de mi madre.

Pulso el botón «Llamar».

En el segundo tono, descuelga.

—¡Hija! Qué bueno que llamas, al final me fue muy útil el tramitor ese que me dijiste. Los clientes se fueron muy contentos.

—Mamá. No se llama tramitor. Se llama TRADUCTOR. —suspiro.

—Ah, sí, sí, eso. ¿Cómo te va en la universidad? ¿Estás bien? ¿Tu salud? Si te estás muriendo avísame...

Mientras intento no poner los ojos en blanco, pienso en que es preferible ahorrarme el pequeño hecho de que hasta hace diez minutos no tenía grifo en el lavamanos.

—Má, estoy muy bien, no te preocupes, no me voy a morir. —niego con la cabeza. Qué imaginación tiene—. Te llamo para otra cosa. Quiero preguntarte algo.

Un Error que volvería a cometerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora