Levanto lentamente la cabeza y me encuentro con una chica de pelo largo y negro, con los ojos de color miel, llegando a dorado. Y me está mirando con cara absoluta de confusión.
—¿Estás bien? —me pregunta ella con una sonrisa—. No te ves muy animada.
Me levanto de la escalera, quedando cara a cara con la chica.
—Sí, lo estoy. Pero estaría mucho mejor si supiera dónde es la clase de Sociología de segundo año. Soy nueva.
Ella abre los ojos como platos.
—¿Eres la nueva? Estás de suerte chica, yo también tengo que entrar a la clase de Sociología. Si quieres, podemos ir. De todas maneras, las dos estamos llegando tarde.
Sonrío.
—Pues entonces será un gusto llegar tarde a clase contigo.
—sonreímos y yo levanto mi mano—. Soy Émery.—Jade. Un gusto. —me estrecha la mano—. ¿Vamos?
—Claro. —y nos encaminamos hacia el salón de la clase.
Bien, me siento orgullosa de mí misma. Ya hice una amiga.
Querrás decir tu segunda amiga. No te olvides del capullo de Matteito.
Ah. Sí. Supongo que sí.
Después de caminar otro rato, llegamos al salón a mitad de la clase. El profesor nos mira con el ceño fruncido y una cara obvia de enfado. Lo ignoramos y preguntamos si podíamos pasar. Éste aceptó y pasamos entre las mesas hasta llegar a una vacía en el fondo del aula. Y claro, cómo no, nadie me saca la mirada de encima. ¿Pero es que tengo algo en la ropa?
Llevo unos pantalones elastizados hasta el ombligo, un blusón color mostaza con un pequeño escote metido por dentro de éste y mis viejas zapatillas converse. Ah, y el pelo suelto en ondas por encima de mi pecho. Creo que no estoy tan mal, ¿no?¿Me lo preguntas a mí?
Que siiiiiiiiií.
Pues no, no estamos nada mal.
Gracias.
Yo me siento en el lado de la ventana y Jade se sienta a mi lado. La clase —que ya había comenzado— sigue su curso normalmente; el profesor haciendo preguntas, los alumnos escribiendo en sus cuadernos, una que otra chica mirándome de reojo, Jade haciendo chistes en voz baja para que nadie se entere, en fin, lo normal.
La clase acaba en poco menos de media hora —ya que la otra mitad la perdimos por llegar tarde— y Jade y yo recogemos nuestras pertenencias. Resulta que ella también estudia Relaciones Públicas, pero en cambio yo, que la estudio en general, ella se especializa en las empresas de negocios. Por tanto, nuestras clases son todas las mismas excepto una; Investigación de Mercados. Ahora mismo, nos toca la de Publicidad, así que nos encaminamos hacia el salón.
Y así pasan todas las clases de la mañana; llegamos, nos sentamos y todos nos miran de arriba a abajo sin disimulo.
Al llegar la hora del almuerzo, Jade y yo vamos por el pasillo camino a la cafetería. Y ya siento que voy a estallar de los nervios. Joder, no soporto que me miren así, como si fuera un puto animal exótico. Ya no puedo más.
Me detengo en seco, haciendo que Jade también se detenga y retroceda unos pasos, mirándome extrañada por mi rabieta.
—¿Qué pasa? —pregunta ella en voz baja, ya que alrededor tenemos varias personas mirando—. ¿Te ha bajado el código rojo?
—¿Eh? ¡No, qué dices! El problema es que... ¿Por qué me miran tanto?
Ella se encoge de hombros, indiferente.
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Un Error que volvería a cometer
Roman pour Adolescents¿Qué pasaría si de la nada tuvieras que compartir tu nuevo departamento con alguien por un error de una empresa inmobiliaria? ¿Te lo has preguntado? ¿Y si ese "alguien" es un chico? ¿Qué harías? ¿Y si está guapísimo? ¿Y si está buenísimo? ¿Y si tien...