"Capítulo 19"

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—¡Así que tú eres el compañero de piso de mi hija! —exclama mamá.

—Mucho gusto, señora Helen. —habla el susodicho.

—Oh, sabes mi nombre. —dice mamá extrañada—. ¿Emy te ha hablado de mí?

Matteo dirige su mirada hacia mi y sonríe traviesamente.

—Sí. —contesta, mirándome a mí—. Hemos hablado mucho de usted.

Mierda.

"Háblame de tu mamá. Estás muy apretada. Es mi suegra".

—¡Cuánto me alegro! —chilla mamá, haciendo que se rompa nuestro juego de miradas traviesas.

—Yo soy Emilia. —interviene mi hermana—. Su hermana mayor. —mira a papá—. Y él es...

—Tomás. —habla severamente mi padre, acercándose a Matteo y extendiendo su mano hacia él. Él se la estrecha con una sonrisa—. No es un gusto conocerte.

Ups.

Si estuviera viendo un programa de alguna serie española de comedia, me hubiera reído. Pero siendo yo quien protagoniza la escena de ver a mi padre fulminar con la mirada a mi novio, el cual pasa de tener una sonrisa y a una forzada mientras mi papá le aprieta la mano en medio de su "saludo", que podría jurar que Matteo esta nervioso.

—¿Cuales son tus intenciones con mi niña? —pregunta papá con sorna.

La expresión de Matteo cambia radicalmente, y en vez de parecer nervioso y temeroso, se endereza y pone una postura firme.

—Yo quiero a su hija de verdad, con todo mi corazón, con todo mi cuerpo, con toda mi alma y con todo lo que soy. —habla de manera firme y segura, haciendo que mis mejillas se calienten por aquellas palabras a la vez que una clase de sentimiento cálido se instala en mi pecho—. Le aseguro que mis intenciones con ella son las más sinceras y puras que existen, nunca le haría daño. —hace una pausa—. Jamás lo haría.

—Mmm... —papá hace una pausa. Aprovecho para echar una ojeada a mi alrededor y veo las expresiones expectantes y curiosas de mamá y Emilia. Par de chismosas. Vuelvo a prestar atención cuando escucho que papá vuelve a hablar—. Me gusta esa forma de hablar. —otra pausa. Retira su mano y me mira a mi esta vez; me sonríe—. Aprobado.

—¡Toma ya! —exclama Millie.

—Escucha, chaval. —papá mira otra vez a Matteo—. Voy a creer en tus palabras, solo porque me parecen sinceras. Pero espero me demuestres con hechos que eres digno de mi niña. O las consecuencias no serán nada favorables para ti, jovencito. —advierte, apuntándolo con su dedo.

Matteo asiente, tragando saliva.

—Papá... —ruedo los ojos—. No soy una niña.

—Siempre serás mi niña. —se encoge de hombros.

—Lo que digas, pá. —digo simplemente, restándole importancia. Me giro hacia mamá—. ¿Por cuánto se quedarán?

—Hasta mañana. —me responde—. Nos quedaremos en algún hotel.

—Pero, ¿por qué? —cuestiona Matteo—. Aquí hay espacio.

—Sí. —concuerdo con él, mirando a mamá—. Papá y tú pueden quedarse en mi habitación. Y Millie en la de Matteo.

—¿Y ustedes? —pregunta Emilia—. No podemos quedarnos en sus habitaciones así como así.

Matteo camina desde el inicio del pasillo y llega al sillón donde estaba yo sentada antes. Palmea sus piernas con una sonrisa y yo voy enseguida a sentarme encima de él.

Un Error que volvería a cometerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora