Llevamos alrededor de una media hora en el Chelsea Market. Yo voy comprando todo lo necesario mientras veo de reojo por encima de mi hombro cómo Matteo me observa.
Me volteo y decido romper el silencio.
—Espero que estés muy atento a todo lo que estoy comprando. A partir de ahora vendrás tú todos los fines de semana.
Él me mira a los ojos, sorprendido.
—¿Y eso por qué?
—Pues porque esa es tu misión. Si queremos que esta convivencia funcione, debemos repartir las tareas.
—Ah, ya entiendo. Como mandes jefa. —pone posición de soldado y sonríe.
Pongo los ojos en blanco.
—Yo me encargo de cocinar y hacer la limpieza. Tú harás la compra de la semana y me llevarás a los sitios. ¿De acuerdo?
Él asiente.
—Totalmente.
—Bien.
Después de pasar media hora más en el súper, ya que "alguien" —ya saben quién— se antojó de comprar docenas y docenas de bolsas de pretzels y millones de barras de chocolate, volvimos a la casa. Yo con las manos vacías y Matteo con las suyas llenas, ya que él mismo se ofreció a llevar toooodas las bolsas. —aunque son muchas más por sus paquetes de dulces— Llegamos a la casa sobre las siete de la tarde. Perfecta hora para la cena.
—Bueno, voy a preparar la cena. ¿Algo en especial que no puedas comer? ¿Alguna alergia? Es que no quiero matarte por accidente. —sonrío como un angel.
—La verdad es que sí. Camarones. —admite.
—De acuerdo. Anotado para el futuro. Así que, si me disculpas, ¡manos a la obra!
media hora más tarde...
—¡¡¡MATTEO!!! —grito desde la cocina mientras me quito el delantal.
Escucho la puerta de su habitación abrirse, seguido de sus pesados y rápidos pasos.
—¿Sí, guapa? —pregunta nada más llegar a la cocina.
—Cenemos.
—Oh. De acuerdo.
Él rodea la barra americana para así sentarse en una de las sillas de ésta y apoyar sus codos en la encimera, mirándome con curiosidad a cada movimiento que doy. Yo mientras, agarro en cada mano un plato de salmón y ensalada, para luego darme la vuelta y dejar uno delante de Matteo y otro al lado. Me vuelvo a voltear y cojo la jarra de cristal donde se aposenta el jugo natural de frutas recién hecho. Me dirijo con ella en mi mano izquierda a la silla de al lado de Matteo, dejo la jarra en el centro de los platos y empiezo a comer.
Mientras como, noto cómo Matteo mastica lentamente y cierra los ojos. ¿Es que no le gusta?
Pregúntale.
Buena idea.
—Hey. ¿No te gusta?
—¿Que si no...? ¡Dios mío esto está exquisito!
—exclama eufórico.Suspiro de alivio.
Pasan alrededor de diez minutos más y ya ambos terminamos de cenar. Recojo mi plato y Matteo hace lo mismo con el suyo, además de la jarra de la bebida, así que rodeamos la barra para así llegar a la cocina. También me dispongo a lavar los platos, pero una mano grande y áspera, me frena por el brazo antes de hacer nada.
ESTÁS LEYENDO
Un Error que volvería a cometer
Teen Fiction¿Qué pasaría si de la nada tuvieras que compartir tu nuevo departamento con alguien por un error de una empresa inmobiliaria? ¿Te lo has preguntado? ¿Y si ese "alguien" es un chico? ¿Qué harías? ¿Y si está guapísimo? ¿Y si está buenísimo? ¿Y si tien...