"Capítulo 18"

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Abro los ojos poco a poco, a la vez que intento estirar mis brazos para desperezarme.

Mas no puedo hacerlo, porque los enormes brazos de Matteo me cubren entera. Bueno, no entera, pero uno me rodea la cintura y el otro el cuello sin ejercer fuerza, mientras que mi espalda está pegada a su pecho, mi cabeza sobre su hombro y siento su respiración sobre mi mejilla.

Sonrío.

Quito sus brazos de encima de mi con cuidado de no despertarlo y me acomodo un poco para subir hasta su rostro.  Beso sus labios suavemente y me quedo allí sin ejercer presión hasta que siento que sonríe en medio de nuestro beso.

Separo nuestros labios y veo que ya tiene los ojos abiertos.

—Buenos días, Bello Durmiente. —le digo, imitando su frase de semanas atrás.

—Buenos días, enana. —lleva una mano hacia mi cabello y comienza a acariciarlo—. Si hubiera sabido que despertar contigo era así de satisfactorio, me hubiera metido en tu cama mucho antes.

Me río.

—Tonto.

—Un tonto que es tu novio.

—Un tonto que es mi novio. —concuerdo, sonriendo—. ¿Quieres desayunar algo?

—A ti. —sonríe como un angelito.

Me sonrojo de golpe.

—¡Matteo!

Esta vez se ríe él.

—Por cierto, ¿hoy no es lunes? —pregunta de repente.

Ups.

—Mierda. —murmuro en voz baja.

—Ups.

—¡Mierda! ¡¿Qué hora es?!

—Las... —mira por detrás de mí, a la mesita de noche—. ocho y cuarenta y dos de la mañana.

—¡MIERDA!

Me levanto de golpe de la cama, y comienzo a correr por la habitación como posesa.

—Ropa... ropa... ropa... —miro a todos lados. No la veo—. ¡¿Donde está mi ropa?!

—Puedes ponerte mi camisa. —dice Matteo tranquilamente desde la cama aún. Me lanza su camisa—. O andar desnuda, no me molesta.

—Ja, ja. —hago una mueca para nada divertida—. Qué gracioso.

No lo dejo decir nada más y me pongo la camisa, para seguido salir de la habitación como una loca. Me dirijo a la mía, agarro cualquier conjunto de ropa y luego voy al cuarto de baño.

Me desvisto y meto en la ducha a tiempo record.

Cuando me estoy enjabonando, siento la puerta del baño abrirse, luego unos pasos y luego se abre la cortina de par en par.

—¿¡Qué haces!? —le digo a Matteo cuando veo que entra conmigo en la ducha.

Está completamente desnudo, y así mismo se posiciona detrás de mí y me rodea la cintura con sus brazos. Apoya su mentón en mi hombro.

—Vengo a por mi desayuno.

Mis mejillas se acaloran ante aquello.

—La universidad...

—Que le den a la universidad. De todas maneras ya estamos llegando tarde, no podremos entrar.

Bueno, tiene razón.

—Nos inventamos alguna excusa y pan comido. —continúa.

También tiene razón.

—Además... —me habla cerca del oído, y muerde el lóbulo de mi oreja—. quiero mi segundo asalto.

Un Error que volvería a cometerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora