Capitulo 2

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Alix

La vida está llena de momentos grandiosos, de personas maravillosas, de cosas hermosas y lugares increíbles. Visualizar los animales que revolotean por el campo lleno de flores al que mamá suele traernos a mi hermana y a mí me llena de alegría. Cerrar los ojos y aspirar el aroma de las flores me hace sentir libre, en paz y armonía conmigo misma, con el mundo y con la enfermedad de mi madre.

Tomo una margarita en mis manos, no la arranco porque jamás me gusta maltratar las plantas. Solo siento su textura, huelo su aroma y las mil sensaciones que siento no la iguala nadie.

Ver a mi madre desde lo lejos sentada en una banca, sonriendo con cada locura que hace mi hermanita, me hace pensar que todo va a estar bien, que después que ella sonría lo demás me vale nada, no me importa cuantas horas deba trabajar y suplir algunos gastos porque después que ella sonría yo lo doy todo.

Levanto mi trasero de la arena y con una sonrisa de oreja a oreja me acerco a mi madre. Respira un poco lento, pero sé que se encuentra mejor. Venir aquí siempre le ha gustado, desde que soy muy pequeña recuerdo haber venido más de diez veces al mes. Dice que este lugar le ayuda a pensar, calma su tristeza y alivia el deseo de no continuar.

Mamá ha sido una mujer muy fuerte, y permanece con un miedo constante a que nos pueda suceder algo en cualquier momento. No sé a qué le huye o a que tanto le teme, pero si es a una persona en particular solo espero que no aparezca nunca, que jamás nos encuentre y ella pueda vivir sus días tranquila.

—Alix—le beso la mano cuando me siento a su lado—quiero que cuando no esté cuides muy bien de tu padre y de tu hermana.

Los ojos se me colocan aguados en cuestión de segundos. No me gusta que hable como si ella fuera a faltar, como si se estuviera despidiendo y me dejara miles de tareas en su nombre. No quiero pensar ni por un momento que no la vaya a volver a ver, ella es el amor de mi vida y jamás me resignaría a perderla.

—Los cuidaré mamá, te lo prometo.

—Pero también quiero que te cuide tu—toca mi mejilla y cierro los ojos tras su tacto—prométeme que serás feliz, mi belleza caribeña

Las lágrimas salen a flote, se me hace un nudo en la garganta difícil de desatar y las palabras por más que intente forzarlas a salir no se atreven. Tengo miedo a que me falsee la voz, a que no dé para expresarme y hacerle saber que, aunque la vida me cueste, yo jamás dejaré de quererla, jamás dejaré de luchar porque no le falte nada a mi hermana y jamás dejaré de ser fuerte porque ella me ha enseñado a serlo.

Sé que lo soy porque he sido criada por alguien mucho más fuerte y esa es ella.

—Mira mami hay muchas mariposas—Dani llega y corta el momento triste que estamos teniendo—¿crees que pueda agarrar una y llevarla a casa conmigo?

—¿Te gustaría que alguien te agarrara y encarcelara en contra de tu voluntad?—pregunta y mi hermana se queda pensando—debes ser como las mariposas mi ricitos de oro, ser libre sin que nadie te impida serlo—nos abraza a ambas—no dejen que les corten las alas y aunque se les agrieten de tanto agitarlas, sigan volando, vuelen muy alto, que yo estaré con ustedes en cada proceso.

La estrecho más a mi metiendo mi cabeza entre su cuello. Siento que se está despidiendo demasiado rápido y es como si me clavaran un puñal mil veces por el mismo hueco. No soporto la idea de que algún día no esté, de que algún día me falte y solo me queden sus fotos, sus recuerdos y cada uno de los momentos felices o difíciles que pasamos para estar donde ahora estamos.

—Promete que no te irás mami—le habla Dani mirándola a los ojos—promete que vas a luchar hasta el último suspiro en esa operación.

—Recuerda que estaremos esperando por ti con los brazos abiertos—sorbo mi nariz y también la miro a los ojos—no somos nada si tú no estás.

Heridas [1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora