Capitulo 23

8 0 0
                                    

Alix

Gabriel camina de un lado a otro, su actitud es desesperante y me hace sentir más nerviosa de lo que ya estoy. No es culpa mía lo que está pasando, no he sido la culpable de que algo como esto haya ocurrido y el que no sepa que hacer, lo comienza a agobiar y empieza a actuar de manera extraña.

—No lo tendrás, está decidido—abro los ojos por lo que dice—no es conveniente que tengas un bebé a estas alturas del negocio.

Quise protestar, pero no me dejó hacerlo. He aprendido que en esta casa se hace lo que él diga y aunque traté de escapar para que no nos hiciera daño, fue en vano. Me encontraron y aseguraron que ningún rincón de este mundo era capaz de asegurarme, porque ellos moverían hasta las pierdas para devolverme a mi agonizante martirio.

—No quiero, Gabriel—pongo resistencia cuando me ingresan a la habitación del hospital a la fuerza—no soy capaz de hacerle daño.

—No seas tonta, aún no está formado.

—¡No me importa!—grito—es mi decisión, no dejaré que...

No logro termina de formular lo que iba a decir, porque siento un pinchazo en mi cuello. Al parecer es un sedante que me deja inmóvil, pero sigo estando consiente; mi cuerpo se siente débil y no puedo oponerme cuando quitan mi ropa dejándome desnuda y me acuestan en la camilla. Digo que no varias veces y siento que levanto mi brazo, pero este se vuelve a dar contra la camilla cuando no logro alzarlo completamente con fuerza.

—No, favor—suplico con lágrimas en los ojos.

—Relájate—ponen mis piernas a cada lado de los estribos para darle mejor visibilidad al médico para que pueda examinar mi cuello uterino.

—Que sea rápido—le escucho a Gabriel

El medico asiente y procede ensanchando una serie de varillas dilatadoras en la abertura del cuello uterino, introduce un tubo delgado dentro de mi útero y escucho el sonido de una maquina aspiradora especialmente para extraer los tejidos del embarazo a través del tubo.

Esto se siente como la mierda y no dejo de apretar mis dientes por el dolor.

Antes me habían colocado un gel frio y con un instrumento parecido a un micrófono hacen que se vea en la pantalla lo que está haciendo el medico dentro de mí. Puedo ver cómo va succionando todo a su paso y cierro los ojos cuando no soporto seguir observando lo que están haciendo.

Grito muy duro, es lo único que puedo hacer, ya que mi cuerpo no responde, no se mueve. Pido una y mil veces que paren, que no lo hagan, pero es como si no me escuchan, se niegan a hacerlo y yo le pido a mi madre que me de fuerzas para continuar después de esto, porque es un golpe difícil de soportar.

—¡Me está matando! —grito desesperada—¡no siga por favor!

Al cabo de unos 10 minuto la pantalla queda totalmente vacía y yo me siento igual que ella. Rasgaron todo de mí, acabaron con todo, me están dejando si nada, hasta sin fuerzas para pelear. En estos momentos quiero desaparecer, que la vida se me termine, porque no soporto ni un día más en este infierno.

—Terminamos—confirma el médico—la vamos a ingresar en el área de recuperación hasta que se sienta mejor y esté lista para irse.

El sudor corre por mi frente y me dan una pastilla para apaciguar el dolor que siento en mi entrepierna. Gabriel llega a mi sitio portando un semblante tranquilo, aun después de lo que acaba de presenciar.

—¿Cómo te sientes?—pregunta fingiendo preocupación

Cierro los ojos y aun siento como succionan algo en mi interior

Heridas [1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora