Capitulo 6

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Alix

Muerte, venganza, dolor, matar a Gabriel

Muerte, venganza, dolor, matar a Gabriel

Muerte, venganza, dolor, matar a Gabriel

Esas son las únicas palabras que siempre están repitiéndose una y otra vez en mis pensamientos. No sé cómo haré para acabar con todo esto, pero juro que no descansaré hasta obtener lo que quiero. Gabriel no espera nada de mí, siempre ha tenido el gran error de subestimarme, aun a pesar de que cada vez que lo hacía le demostraba que era capaz de eso y mucho más.

Estoy tan decidida que debería temblar, porque tengo la capacidad para vencerlo, solo debo jugar bien mis cartas y sacar un poco de lo que me ha enseñado en los últimos años donde sabía que era mi padre. Algo cambió en nosotros y es la manera en la que nos vemos el uno al otro. El me desprecia por ser producto de una traición y yo lo desprecio porque lo sigo viendo como mi padre y un padre no le hace lo que él me hizo y me sigue haciendo a mí.

A partir de hoy no sé cuál será mi destino. Solo espero tener uno donde vea a mi hermana realizar sus sueños, donde la vea grande y feliz sin nadie que la lastime. Donde sus lágrimas solo sean porque se calló de la bicicleta o porque un estúpido le rompió el corazón, al cual lo destriparé porque aquel que le haga daño, sabrá lo que es tener mil infiernos encima.

—¿Podemos hablar?—me siento al lado de Gabriel quien revisa unos papeles.

Aparta su vista de lo que tiene en las manos, se quita las gafas y me observa muy a la defensiva, lo cual me hace sonreír de lado mientras me acomodo muy bien en el sillón. Jamás me gustó este sillón, es algo incomodo y muy duro, pero a él toda la vida le ha gustado, porque dice que cuando se acuesta le sirve para la espalda.

—Creo que no tenemos nada de qué hablar

—De hecho, si—alzo mis piernas en la mesita de cristal que está en frente de nosotros. Gabriel alza una ceja al notar mi osadía y yo lo miro desinteresada—debemos hablar de los años en los que duraré siento tu ramera.

Por el rabillo del ojo observo a Dani pasar con los utensilios de aseo que utilizará para limpiar el despacho de papá. Cuando Gabriel vuelve a poner sus ojos en los papeles sin mostrarme importancia, le hago una señal a mi hermana que le indique que es hora de buscar lo que no se nos ha perdido, pero que es sumamente indispensable para nosotras encontrarlo.

—Te quedarás conmigo hasta que yo lo considere pertinente

—Eso es algo en lo que no estoy de acuerdo—lo miro fijamente aun sabiendo que él no me mira a mi—tengo 23 años y quiero hacer mi vida, tener hijos, un esposo con quien pueda sentirme amada y...

Su carcajada hace que mi piel se vuelva chinita de una sensación tan extraña que me invade. No es una risa muy agradable, es esa burlesca que te hace sentir como tonto, como si lo que acabara de decir fuera demasiado gracioso para él, pero para mí ha sido muy sincero.

A pesar de que los hombres me han tratado mal, que me han desgarrado el alma, sigo soñando con alguien que me enseñe que todo pasa, que todo lo que viví en el pasado no establece como deba ser mi futuro. Quiero a alguien que me ame con la misma intensidad en la que yo estoy dispuesta a hacerlo, pero hasta ahora no encuentro ni quiero encontrar todavía a la persona que se meta en mis pensamientos. Porque el amor en ciertas ocasiones vuelve débiles a las personas y lo que yo necesito en estos momentos, es congelar mis sentimientos y volverme un alma despiadada.

—Por favor, Alix, nadie te va querer con lo defectuosa que estás—me mira de arriba a abajo—no tienes nada interesante, perdiste tu virginidad...

—Eso no es algo que me quite o me de valor como mujer—gruño—hasta donde sé, mi madre no era señorita cuando tú te casaste con ella y bien que si la amaste—se le desfigura la cara—recuérdalo, Gabriel, recuerda todo lo que hiciste por ella, recuerda las veces que le traías serenata, que le regalabas flores, que le cantabas al oído, las veces que le hiciste el amor...

Heridas [1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora