Capitulo 7

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Alix

—¡Ay por los mismísimos infiernos, Johana apaga eso!—estoy irritada por el escándalo que tiene en la pastelería.

—Es para que te alegre el alma—pone los ojos en blanco, sigue cantando y bailando al ritmo de la música

A veces siento que la detesto

Johana es lo más parecido que tengo a una madre, siempre ha estado ahí incluso cuando le he pedido mil veces que se aleje. Hoy no me aguano ni media, he amanecido con ganas de quemarlo todo y quemarme en el proceso. Esto se ha vuelto normal en mí que ni siquiera me sorprende mi actitud, pues hay días en los que sí me siento super bien, en los que la positividad es la motivación de mi día, pero hay otros en los que solo quiero desaparecer, irme a bañar en unas playas desoladas y flotar hasta que las olas me lleven a lo mas profundo y así poder acabar con mi agonía.

—Oye, Alix—Johana me hace señas con los dedos en la cara para que le preste atención.

—Uish ¿Qué quieres?

Volteo los ojos haciendo una seña bastante dramática con mis manos. Johana me mira con la comisura de su labio alzado en molestia y casi se puede parecer a un meme que salió hace poco de una mujer trans donde hacia una expresión de desagrado.

Cierra los ojos moviendo su cabeza, indicando que dejará pasar su desagrado y sonríe como ese gato que sale en Alicia en el país de las maravillas.

—Quiero escucharte cantar, por favorcito—pone las manos como si estuviera rezando.

Niego con la cabeza, ella sabe que es un caso perdido, no entiendo porque sigue insistiendo.

—Quería decirte otra cosa—le hago un gesto para que siga hablando—he visto los cambios que ha producido el gimnasio en tu cuerpo y déjame decirte que estás más buena.

—¿A qué te refieres exactamente?—frunzo el ceño

—A que antes tenías dos tapas de limones como senos—clava su mirada en mis pechos—y ahora tienes dos melones que provocan comérselos.

Meneo la cabeza de la vergüenza que me produce esta mujer. No me explico como se va a fijar en cosas tan absurdas.

—No eres la única que lo ha notado—la secunda Mila cuando sale de la cocina—mírale ese trasero.

Están locas

—Siiii—Johana se mueve a mi alrededor—tu trasero también se ve muy sexi—me da una pequeña nalgada y doy un salto alejándome

—¡Johana!—le grito avergonzada—no vuelvas a pegarme en las nalgas—alza sus cejas de arriba a abajo varias veces—¡y no me mires así que me pones como nerviosa!

Las dos mujeres se ríen de mí y lo roja que se me ha puesto la cara. Me da mucha pena que se noten mis cambios, porque eso me demuestra que sí ellas los han podido notar, los demás también y jamás me ha gustado ser el centro de atención ni que me miren mucho, en especial esos hombres que lo primero que hacen es meter el ojo en los traseros de las chicas que les pasan por el frente.

—Están bien formaditas—escucho que Mila le susurra y Johana le responde. Así crean una conversación entre ellas, la cual puedo escuchar y lanzo un sonido de frustración acompañado de una volteada de ojos que sí pudiera ser un arma mortal, ya las hubiese matado.

—¡Bueno está bien!—Johana mira mi expresión y deja de hablar con Mila—si no quieres que te siga molestando, canta para mí.

—Jamás me escucharás cantar, pesada—le paso por el lado y salgo a buscar un pudin para comérmelo.

Heridas [1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora