Capitulo 25

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Nicolás

Confieso que hasta yo me sorprendo de ciertas actitudes que estoy teniendo últimamente. Si mi yo del pasado me hubiese dicho que una mujer cambiaría mi forma de actuar, de pensar y posiblemente de querer, no le hubiese creído. Ella llegó a revolverlo todo, llegó a hacerme sentir y eso era algo que no quería, porque querer es de débiles, sentirse como imbécil y actuar como uno solo por una mujer es de débiles, pero no puedo hacer nada.

Desde que la vi supe que descontrolaría mi vida, porque tiene todo lo que me gusta de una mujer. Me gusta que tenga un buen temperamento, que se muestre ruda e inalcanzable, que sea segura, aunque he visto muy poco de eso, se subestima demasiado, pero he sido testigo de como se exige para no desfallecer. Aun no sé que la atormenta o que la vuelve tan vulnerable, sé que la violaron, pero eso no es todo. Su humanidad abarca muchos traumas y aunque ese sea uno muy cruel, no es el que más la lastima.

—He llegado a la conclusión de que estás muy enamorada de mi—la molesto un poco porque la noto muy seria.

—¿Que te hizo llegar a esa conclusión?—pone los ojos en blanco.

—El hecho de que estés acariciando mis nudillos de esa forma—mira nuestras manos y las separa de golpe.

Suelto una risa nasal.

Hemos llegado a mi casa hace como media hora. Nos sentamos en la mesa a hablar de cualquier cosa que se nos viniera a la mente, ya que pasar tiempo con ella tranquiliza de una u otra forma los demonios que tengo en mi interior. Esa mujer es calma y luz a la misma vez, aunque también puede ser tormenta y podría mostrarme el infierno si quisiera.

—Me vas a desgastar de tanto mirarme—frunce sus ojos colocándolos chiquitos, lo cual hace que me parezca adorable.

—Oh, perdona, es que todavía no me hago la idea de que estemos aún con la ropa puesta—digo con ironía, para molestarla

Ensancha la sonrisa, pero no dice nada, sus mejillas se ruborizan un poco y de verdad me encanta ser el causante de eso. Cuanto anhelo sentir su cuerpo confundido con el mío, verla desvanecer y desvanecer ante mis besos y ante otras cosas sucias que quiero hacerle. Si embargo me he propuesto a acariciar su corazón y sus heridas, antes que su cuerpo.

—Vas a caer en la tentación si sigues mirándome así, Nicolás

Me encojo de hombros mientras me levanto de la silla y me aseguro de que ella haga lo mismo.

Quedamos frente a frente, pocos centímetros nos separaban. En algún momento creí que sus ojos podían ver a través de mí y le gritan lo que tanto he querido esconder. No sé de qué manera pasó, no sé en qué instante llegué a esto, pero sencillamente siento que estoy...

—Te deseo—ronronea acercándose a mi boca.

Respondo a su beso de inmediato, mis manos me picaban por tocarla y no tardé en hacerlo. Flexiono un poco mis piernas y pongo mis brazos por debajo de sus glúteos, la alzo para que quede encima de mí y ella entrelaza sus piernas alrededor de mi cintura. Sus manos van a mí nuca dándole pequeños tirones a mi cabello; subo las escaleras que conducen a mi habitación estando con ella en brazos, nuestros labios no se separan, incluso se siente más urgido

Hemos tenido días bastante pesados por cuestiones de malos entendidos y se puede decir que celos. Yo nunca he sido un hombre celoso, ni mucho menos por mujeres que sabía que no conservaría en mi vida. Siempre he sido libre de estar con quiera y con la ideología de que las demás también podían hacerlo, sin embargo, no me pasa lo mismo con esta morena. No quiero que sea de nadie más, la quiero solo para mí, que esté en mi poder y para aquel que intente arrebatármela, que sepa que haré que caigan mil infiernos a su vida.

Heridas [1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora