Capitulo 37

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Nicolás

El agua fría cala por todo mi cuerpo. No he dejado de sentirme una basura desde que le hablé de esa forma a Alix y no es que el miedo que sentí al enterarme de lo sucedido lo justifique, pero hay que hacerla entrar en razón y que se dé cuenta que debe tomar precauciones.

Enjabono mi cuerpo mientras voy pensando en las cosas que han pasado, la muerte de Aaron, el atentado contra ella, todo me da vueltas en la cabeza. No sé quién puede estar detrás de todo esto, pero que rece para que no lo encuentre, porque le voy a hacer pagar una a una todo lo que nos ha hecho. Porque a pesar de que no se ha metido conmigo, lo hizo con alguien importante para mí y eso es como si me dieran dos tiros en el pecho.

Cuando salgo del baño, lo hago con una toalla envuelta en la cintura y busco mi teléfono en todo el desorden que tengo. Me acuesto en la cama para hablar con Alexei que se ha propuesto a molestar mi presencia desde temprano. Lo pongo en alta voz y lo escucho hablar de cómo ha estado la morena que me hace perder la cabeza. Al parecer todo va bien, tiene altas y bajas como todo, sé que no debe estar pasando por un buen momento, me gustaría estar ahí para ella, pero siento que no debo, que quizás si le doy su espacio ella recapacite y piense que lo que hago o quiero hacer, es por su bien.

Alexei insiste en que vaya a verla, que deje de ser testarudo y terco, pero sinceramente no me apetece lidiar con su amargura y sus caras de fastidio. Cuando está de mala y se le lleva la contraria, puede convertirse en una verdadera pesadilla para cualquiera, sin embargo, sigue siendo la pesadilla que a mí me gusta.

—Pero ¿qué es lo que te molesta, Nicolás?—se desespera mi amigo al recibir puros «no» de mi parte.

—Me molesta su maldita prepotencia—le respondo—que me demuestre que si puede estar sin mí y se mantenga fría y cortante como si lo nuestro no le importara.

—Odias que no seas su mundo.

—Si—digo y algo me golpea el pecho al reconocerlo—también me molesta que ponga a los demás por encima de ella, que quiera proteger a todos, aunque se ponga en peligro, me molesta que no le dé importancia a las cosas que quiero hacer por ella, que no vea que solo quiero protegerla. Jamás nadie me había sacado tanto de quicio como ella lo hace, te lo juro.

—Piensa bien las cosas—escucho su risa—no vaya a ser que por andar dándotelas de orgulloso, termines de perder lo bueno que hay en tu vida.

Cuelgo la llamada al darla por terminada y me dirijo a la puerta de la entrada cuando siento sonar el timbre, espero y no sea nadie desagradable porque con mi mal humor no creo que permanezca mucho aquí.

—¿Qué te la has pasado haciendo?—pregunta Jack que viene acompañado de Trevor, quien sigue manqueando por lo de la herida en la pierna—te he llamado toda la mañana y no contestas.

—Tal vez no te contesto porque no quiero hablar contigo—me hago a un lado para que pasen, no se irán hasta que no me jodan la existencia.

Se acomodan y ven las fachas en las que ando. No me he cambiado y sigo estando en toalla. Me hacen señas para que me cambie, a regañadientes lo acepto y pongo algo encima de mi cuerpo.

—¿A que han venido?—pregunto bajando las escaleras—no recuerdo haberles enviado invitación para que metan sus asquerosas narices en mi casa.

Se miran entre ellos y luego me observan con cara de cansancio. Si ellos lo están, yo lo estoy aún más teniendo que lidiar con sus intromisiones y estúpidas caras.

—Vinimos a hablar sobre las investigaciones que se han hecho en estos últimos días con respecto a las personas que rodean a Alix.

—¿Ya investigaste bien a ese tal Brandon?—pregunto—no sé porque, pero se me ha metido entre ceja y ceja y hay algo que no me gusta de él.

Heridas [1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora