Capitulo 5

14 1 0
                                    

Alix

Cada día me levanto con la esperanza de que todo sea un simple y doloroso sueño. Maldigo mi maldición y todo lo que me han hecho durante el transcurso de los meses que han pasado. No es normal que a mi edad desee morir, se supone que debería estar viviendo mi juventud al máximo, sin miedo a nada, ni siquiera a salir lastimada por un amor que no funcionó, pero con la frialdad de las personas, en lo único que pienso es en cuando tendré la suficiente valentía para quitarme la vida.

Sé que sí algún día salgo de esto, me será difícil creer en las demás personas porque se suponía que aquella que debía protegerme, respetarme y amarme, es la que atrozmente me ha hecho más daño.

—Alix, ayúdame con la mesa ocho por favor—Pol me saca de mis pensamientos.

Últimamente no presto tanta atención, las personas me hablan y es como si mis oídos se negaran a escuchar sus voces. Mi mente viaja muy seguido a otra realidad, no lo sé, me siento en paz cuando dejo de escuchar, cuando dejo de ver y solo quedo en completa calma. Por eso duro mucho tiempo en la tina cada vez que me baño, porque el agua caliente calma mis nervios y me ayuda a sentirme livianita.

Cuando me canso de ser juguete sexual, papá me castiga, lo cual me ha permitido aceptar mi realidad. Ya no lucho, ya no peleo porque no quiero más quemaduras en mi cuerpo, ni quiero ser una diosa de los moretones. Hace una semana nadie me coloca una mano encima, creo que papá ya se cansó de usarme como máquina de hacer billetes. Mi apariencia física también ha cambiado y lo que dijo mi hermana con respecto a mis pechos es cierto. Crecieron un poco cuando perdí la virginidad, no fue como esperaba que fuera, pero ya pasó, ya lo acepté.

Mis caderas se han anchado y papá me hacía ir al gimnasio para mantenerme en forma y no perder la figura, ya que sería una enorme perdida para él, porque dejaría de ganar dinero debido a que Max y el policía no pagarían lo mismo. En mi cara permanecen unas grandes ojeras, que fácilmente se pueden ocultar con maquillaje y mi cabello todo el tiempo anda desorganizado en una cola mal hecha.

Antes si me preocupaba por verme bonita y desde muy niña mi sueño era ser una gran artista, me gustaba bailar, dibujar e incluso hasta cantar, eso último es lo que mejor se me daba, pero ya no hago ninguna de las tres, no tengo motivos para hacerlo.

Mis padres estaban orgullosos de mí, y esperaba ser su orgullo todo el tiempo, pero ya sabemos cómo resultaron mis deseos...simplemente estancados.

Dani me tira un beso cuando pasa por mi lado para ayudar a Mila a atender una mesa. Hoy me la traje para que me ayudara, ya que según papá no iba a necesitarla en la casa. Estoy por apostar que seguramente está con sus amigos borrachos y en parte agradezco que sea consciente de que a mi hermana no puede, ni debería hacerle lo mismo que a mí.

La campana de la entrada suena cuando estoy detrás del mostrador y de solo verlo en mi lugar de trabajo hace que quiera vomitar. No entiendo para que viene si sabe que me estresa verlo o sentirlo y su sola voz me irrita. Max no sabe lo que es el desprecio y está convencido de que algún día pediré su atención, lo que es estúpido porque ni loca me fijaría en un ser tan asqueroso como él.

—¿Adivina quién ha decidido visitarte en tu trabajo?—la alegría con la que habla me fastidia.

—Rapunzel ¿eres tú?—finjo sorpresa—¡Dios mío, deja caer tu cabello!

La sonrisa que traía se le borra y soy yo la que sonríe arrogante. Ha entendido que no me interesa atenderlo, simplemente por ser la basura que es y me aparto de la barra para que Pol sea quien tome su pedido. El no será tan amable como yo, ya que sabe que a este hombre lo desprecio, todo el mundo se ha dado cuenta por como lo miro y le hablo.

Heridas [1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora