Capitulo 32

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Alix

Una vez le dije a mi madre que sí me llegaba a enamorar, daría lo que estuviese a mi alcance para que todo con esa persona fuera perfecto. Tenía la necesidad de que cada cosa estuviese en su sitio, que mi corazón fuera correspondido por el de él y que nada nos dañara la felicidad. Como dije, no quería imperfecciones en mi relación, quería que todo estuviera bien, sin errores, ni engaños.

—Ser feliz estando enamorada no significa que todo sea perfecto, Alix; significa que ves más allá de las imperfecciones para ser feliz y que todo se acomode a como lo deseas—dice mi madre tocando mi rostro.

—No creo que alguien se fije en mí—agacho la cabeza—soy fea y poco agraciada.

Levanta mi cara.

—¡No digas eso!—su mirada es tan tranquila—eres muy bonita, cuando te mires en un espejo eso es lo que debes decir, ¿me oyes?

Asiento, pero aun así me sigo sintiendo igual.

—Eres perfectamente imperfecta, mi amor—juego con mis dedos—ere lo más hermoso que tengo en la vida junto a tu hermana y mañana cuando vayas a clase, camina segura y con la mirada altiva, siéntete orgullosa de lo que eres porque más adelante todos querrán ser como tú.

—Te amo—susurro en sus brazos—te amo mamá, no sabes cuánto.

—Claro que lo sé, mi belleza caribeña—acaricia mi cabello—y nunca dudes que yo también te amo.

Salgo de mis recuerdos cuando la voz de Merari atrapa mi atención. Desde que llegó no ha parado de hablar de mi hermano, de lo maravillosa que han estado las cosas entre ellos y de verdad me alegra que así sea. No es para nada agradable escucharle decir y quejarse del poco tiempo que comparten y que si no se entienden posiblemente se separen. No me inmiscuyo mucho en los asuntos de los dos, tampoco me interpondré en las decisiones que tomen, solo puedo decirles que piensen bien las cosas antes de actuar, para que luego no se estén arrepintiendo.

—Mer—interrumpo lo que estaba diciendo

—Mande

Sonrío porque parece una niña chiquita a la que acaban de regañar.

—¿Crees que esto me quede bien?—pregunto dándome la vuelta para que me vea—es un vestido que siempre me había gustado, pero hasta ahora me lo coloco.

—Claro que te queda bien—se levanta de la cama para acomodarme las mangas—los vestidos estampados te sientan muy lindo, más cuando te recoges el cabello con una pañoleta y luces tus risos.

Asiento buscando las sandalias de tacón bajo. Le muestro a ver cuáles combinan y me señala unas de color blanco. Suspiro porque estoy obligando a mi cuerpo a salir de mi habitación, sinceramente es lo último que quiero hacer en esta vida. No me siento bien, no quiero hacer absolutamente nada, pero mis hermanos y Merari me han convencido para que salgamos a dar una vuelta. También se nos unirán Melissa y Andrew, que supuestamente permanecían sin nada planeado para hacer el día de hoy.

Escuchamos el timbre y la cara de mi amiga se ilumina porque posiblemente sea su novio quien esté tocando. Le hago un movimiento con la cabeza para que vaya a abrirle y atender a los que estén, mientras yo termino de arreglarme.

Al quedarme sola en la habitación, me permito sentir todo eso que tanto he retenido y que no he querido dejar salir delante de nadie. Los chicos saben que las cosas no van, ni están bien, pero me dan mi espacio, no me presionan para que hable y es que no quiero mostrarme débil ante ellos, no quiero que vean que me he vuelto vulnerable ante una persona que lo único que hizo fue lastimarme. Quiero darme un tiempo para pensar, lo extraño y sé que es normal, pero como quisiera poder arrancarme los sentimientos, guardarlos en una cajita de cristal y volver a sacarlos cuando valga la pena, cuando me demuestren que el amor en realidad no daña, no lastima, ni traiciona.

Heridas [1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora