Capitulo 34

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Alix

Despierto sobresaltada al sentir que alguien me toca, estoy sudorosa y con el corazón palpitándome con fuerza. Mi vista se aclara y lo primero que veo es a Nicolás queriéndose soltar de una llave que me enseñó Merari a la hora de luchar con alguien. Nicolás se queja del dolor, ya que me he sentado en su espalda, tomándolo por la barbilla y jalándolo hacia atrás. Me estoy volviendo loca y que los sueños sean más intensos me está trayendo problemas. Todo el tiempo estoy a la defensiva y mi mal humor también se ha hecho presente.

—¡Soy yo, cielo!—toca mis manos.

Parpadeo varias veces para terminar de volver a la realidad. Las manos me tiemblan y de inmediato me bajo de su espalda, mirando como mueve la cabeza de lado a lado tratando de calmar el dolor. Pongo mis manos en la cara y camino de un lado a otro. Soy una amenaza hasta durmiendo. No quiero hacerle daño, pero esto que siento me está consumiendo.

Ver a Max en mis sueños cada vez que trato de dormir no me deja estar en paz. Verlo torturarme sin compasión y usando mi cuerpo todo el tiempo, hace que mis noches se conviertan en una pesadilla recurrente. Puedo sentir el dolor de los golpes y su olor en mi cuerpo.

—Al...—trata de tocarme.

—¡Aléjate de mí!—salgo corriendo de la habitación.

Todo lo que está pasando en mi vida ha generado que me vuelva más insegura de lo que mayormente soy. El hecho de que me estén respirando en la nuca, que me manden regalos que hacen que mi pulso se dispare por el miedo que produce, genera que mi estabilidad mental no se encuentre equilibrada. Ayer recibí un paquete, me encontraba sentada en la sala con todos mis allegados porque mamá y Sara habían vuelto de viaje. El hecho de que me dieran un regalo no era nada, lo grave es lo que contenía. Había un corazón, no sé si de humano o de animal, Trevor lo analizará y me dirá más tarde. El corazón venía con una amenaza hacia mí, en la nota decía que cada vez estaba más cerca de lo que pensaba y que cuando sea el tiempo de justar cuentas, sufriré por todo lo que ocasioné en el pasado.

No me he sentido bien, las cosas que pasan a mi alrededor me sacan de quicio. Tengo un montón de dudas en mi mente, imaginando quien puede ser la persona que se encarga de hacerme la vida miserable desde la distancia. Solo quiero tenerlo de frente, que se ponga los pantalones como un hombre y me dé la cara, para que podamos arreglar las cosas como los adultos que somos.

He entrenado muchísimo al lado de Merari, cada día aprendo tácticas nuevas de defensa personal, no puedo permitir que el enemigo venga y me tome con la guardia baja. He estado vulnerable y sensible, pero ya es hora de que me centre y comience a tomar las riendas de mi vida, de cuidarme por encima de todo y no dejar que me tomen por sorpresa, quiero estar prevenida por si sucede algún acontecimiento inesperado.

—Alix—escucho la voz cautelosa de Nicolás—nena vuelve a la cama.

Me niego a hacerlo, no quiero dormir para luego despertar haciéndole daño. No es justo para los dos y sé que la decisión que tomaré será difícil, pero es necesaria. No doy para vivir sabiendo que alguien es capaz de hacerle daño y si eso llega a pasar, la única solución para mí, será morir.

—Quiero que terminemos—sueno decidida—no quiero estar más contigo, así que vete de mi vida.

Sigo sin mirarlo, no tengo la valentía que se necesita para hacerlo.

—¿Qué estás diciendo?—camina hasta quedar en frente de mi—dímelo en la cara.

Alzo la cabeza para mirarlo a los ojos. Me es muy difícil esta situación, pero me he dado cuenta que la persona que me amenaza sabe claramente quienes son las personas que más me dolerían en esta vida. No quiero exponer a nadie, no quiero que nadie me salve y dé su vida por mí, yo quiero que todos estén tranquilos y se mantengan vivos.

Heridas [1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora