𝐒|| "No importa cuantos años han pasado, sigo sin poder olvidarte Mily"
「Donde Emily y Lando tenían la relación perfecta, pero luego de tres años ella desaparece sin dejar nada más que una carta」
O
「Donde Emily dejo a Lando para que pudiera cumpli...
Al salir del hotel, cada quien se fue en su respectiva camioneta. Alexandra, Sarah y yo nos fuimos juntas porque Carlos y Charles tenían que grabar algo para los fans mientras iban de camino al circuito.
El trayecto fue bastante entretenido: Sarah veía Bluey mientras que Alex y yo charlábamos, así que el viaje no se sintió tan largo.
Cuando llegamos al circuito, el resto de los chicos ya estaban allí esperándonos. Al bajar de la camioneta, los pilotos nos rodearon a Carmen, Alex, Sarah y a mí al ver a los reporteros abalanzarse hacia nosotras.
Y a pesar de que muchos fans intentaban detenerlos, no se fueron hasta que estuvimos seguras dentro del paddock. Luego, regresaron para saludar.
Nosotras decidimos caminar un rato mientras ellos estaban ocupados, así que paseábamos sin rumbo mientras compartíamos nuestras expectativas para la qualy.
Sarah caminaba a mi lado, sujetando mi mano, cuando de pronto se detuvo, obligándome a detenerme también.
—¿Qué pasa, cielo? —pregunté, agachándome a su altura.
—Me duele mucho la panza, mami —respondió, sosteniéndose el estómago. Sus ojitos estaban cristalizados y su voz sonaba rota.
Eso solo me confirmó que de verdad le dolía; Sarah no lloraba por cualquier cosa.
La cargué y miré a mi alrededor buscando a Carlos, pero no estaba por ningún lado.
—Emily, respira. Te estás alterando y la vas a asustar —dijo Carmen, tomándome de los hombros—. Llamaré a George y le diré que le avise a Carlos, ¿vale?
Asentí y me senté en una banca cercana, con Sarah en mi regazo. Ella lloraba, sosteniéndose el abdomen y tosiendo cada tres minutos, mientras yo mecía su cuerpo suavemente y acariciaba su cabello, susurrándole palabras bonitas para tranquilizarla.
Pero eso no funcionó. Poco después vomitó, expulsando todo lo que había desayunado... con sangre.
Eso me alteró por completo.
—No puedo esperar más. Necesito llevarla al hospital.
Me levanté de la banca y caminé apresuradamente hacia la salida del paddock.
Y en el camino encontré una posible salvación.
—Adam, Cisca —los llamé al acercarme—. Necesito su ayuda.
—¿Emily? —preguntó Adam, sorprendido.
—¿Qué pasa, Isa? —preguntó Cisca, preocupada al verme casi llorar.
—Necesito que me lleven al hospital, por favor —rogué con la voz rota, bajando la mirada hacia Sarah, que se retorcía de dolor en mis brazos.
Adam miró a mi hija, abrió la boca sorprendido y me señaló a mí, luego a Sarah y después a Cisca, quien tenía la mirada fija en la pequeña.