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El amor de ZiZhen quizás exageraba en puntos exorbitantes e inalcanzables que no muchas personas se atrevían a sobrepasar ni entender. Es un hombre sentimentalista que siente con toda su alma pero aprendió a suprimir sus sentimientos, porque en medio de la guerra uno está en el borde de la vida y la muerte. Uno no puede pensar en la vida de su enemigo si la propia está en peligro.

Le ha permitido protegerse de personas burdas que planeaban aprovecharse de él y su corazón. Le ha permitido protegerse del mundo. 

Su raciocinio ha sobrepasado lo que alguna vez valoró y protegió con su vida, lo que su abuela aún le recuerda mantener y que de niño casi pierde, el querer. 

Se preguntaba cual era su limite, hasta donde puede llegar por amor, cuanto era capa de sacrificar, que es lo máximo que puede hacer por alguien. 

Esa respuesta quizás no fue hecha para expresarse con palabras, porque aún con todos los adjetivos, verbos y sinónimos, la basta y llana literatura del mundo entero se quedaba corta y era insuficiente para expresar todo esto que ocurría dentro de él, todo lo que la belleza oceánica provocaba en su interior. Toda esta admiración y preocupación, todo este temor y cariño que rasgaba desde su interior hasta dejarlo moribundo no podía dejarse en una palabra mal dicha y escrita. 

No, no fue echo para escribirse, sino para demostrarse. Si tiene los medios y la capacidad de proteger aquello que le daba otro sentido a su existencia, aquello que adoraba y lo complementaba como nunca antes habría sentido, usaría todos los medios y sus capacidades para protegerlo. 

JingYi no tiene por qué pasar por situaciones que fueron única y exclusivamente hechas por sus propias manos. Su propio capricho arrastró consigo al beta que amaba y con ello sus sueños, su lugar y la felicidad que ha conseguido hasta ese momento. 

Fue egoísta y mezquino, tratando de abrirse un lugar al lado de JingYi que ni Lan SiZhui ni cualquier otra persona podría alcanzar u ocupar. 

Al principio solo fue como un juego de niños, dos amigos que pasaban un momento durante las noches para hablar de su día, hasta que tuvo la oportunidad de detener sus visitas nocturnas, pero su propia codicia de tener cada vez más un poco de JingYi los orillaron a ser descubiertos. 

Descubiertos inoportunamente por la ínfima persona que pueda existir en esta vasta tierra. 

El mundo a veces era como una tacita de té, a veces cálida, a veces dulce, a veces amarga. Existían cosas que podía manejar y otras no.

Era natural, es lo normal, no poder hacer nada respecto a un tema que escapaba de sus manos y dejarlo fluir como un rio era lo más apropiado. 

Pero también habían cosas que podía manejar y sujetar, hasta resolverlas. 

Cuando ella llegó hasta la puerta de su hogar con una sonrisa arrogante y una mirada soberbia, como si hubiera ganado la fortuna de su vida, y sobre todo con esas pretenciosas fotografías guardadas recelosamente entre sus manos, como si fuera un trofeo, no supo cómo reaccionar en ese instante.

Todo sucedió en un segundo, uno que pareció millones de años. Entonces todo su cuerpo se heló en un solo instante. 

En esos pequeños recuadros de papel fotográfico mate se retrataba a la perfección la silueta de JingYi y él en la habitación del beta, en cada uno de sus encuentros a partir de primavera, desde el momento que ingresaba a su habitación hasta cuando se iba. Si hubieron más fotos que la omega no decidió mostrarle en ese instante, Zhen prefirió que no lo hiciera. 

El beta de YunmengDonde viven las historias. Descúbrelo ahora