Minjeong
Se sentía agotada, pero no era un agotamiento físico, era uno mental. Minjeong había perdido la cuenta de cuántas veces había tratado de conversar con Karina la última semana que tenían de vacaciones y cómo había fallado en cada intento por la falta de interés de la mayor en ella.
Minjeong sabía que Karina estaba ocupada yendo a la biblioteca de la universidad, según su novia, para pasar el rato con Nicole y Clara y así compensar el no haber asistido a la fiesta sorpresa de Clara. Pero la realidad de la situación era diferente; Karina estaba tratando de ponerse al corriente con los temas que tenía que estudiar para dar el examen de ingreso a la facultad de medicina. Giselle se lo había contado en vez de Karina.
Cada vez que Minjeong intentaba hablar con Karina, se encontraba con una barrera invisible. La mayor siempre parecía distraída, su mente absorta en otros pensamientos, dejando a Minjeong sintiéndose como una sombra, una presencia insignificante en la vida de Karina. Era doloroso ver cómo se distanciaban, cómo las risas compartidas y las conversaciones íntimas se convertían en monosílabos y silencios incómodos.
Minjeong recordó aquel día que regresaron a casa junto a sus padres. Karina entró a su habitación y se encerró en ella luego de agradecerle a los padres de Minjeong por haber pagado su estadía en el hospital debido a la fuerte fractura. A Minjeong no le dirigió la palabra y ella se sintió totalmente ofendida, pues horas antes la discusión que habían tenido en el bar había sido producto de la inmadurez de Karina y ahora todo parecía indicar que ella había tenido la culpa.
Sin embargo, cualquier rastro de enojo en su organismo desapareció al escuchar fuertes ruidos en la habitación de Karina y la preocupación la inundó. Trató de tocar la puerta, pero esta se abrió dejando ver a una Karina totalmente desganada y con los ojos hinchados por el fuerte llanto que había tenido. La mayor sacaba una bolsa enorme llena de lienzos rotos, además de carpetas donde Karina guardaba sus dibujos y bosquejos.
—Discúlpame si hice mucho ruido, tenía que romperlos antes de tirarlos —dijo tratando de forzar una sonrisa y alzó con su mano izquierda la bolsa.
—Rina...
—No ahora, Minjeong —pasó por su costado y esa fue la última conversación que tuvieron.
Cada vez que recordaba ese momento, Minjeong sentía una mezcla de tristeza y frustración. Sabía que Karina estaba sufriendo, pero también sabía que no podía hacer nada si Karina no se abría con ella. Y ahora, con el examen que era para convalidar lo que había estudiado en Corea, Karina estaba más cerrada y distante que nunca, pero eso no era lo que más le dolía. Lo que más le dolía era que Karina no pudiese contarle por sí misma lo que estaba sucediendo con ella.
Minjeong se sentía impotente, viendo cómo la distancia entre ellas crecía cada día. Intentó distraerse con sus propias actividades, pero siempre acababa pensando en Karina, en cómo todo había cambiado y en cómo arreglarlo. Pero cada intento de acercarse a su novia resultaba en el mismo rechazo frío y distante.
Una tarde, Minjeong decidió intentarlo una vez más. Sabía que no podía rendirse, no si aún amaba a Karina como lo hacía.
—Karina, sé que estás ocupada, pero realmente necesitamos hablar —dijo, su voz suave pero firme mientras se paraba en la puerta de la habitación de Karina.
Karina levantó la vista de sus apuntes, sus ojos mostraban el mismo cansancio y vacío—No ahora, Minjeong. Estoy leyendo un rato—respondió, volviendo su atención a los libros.
—¿Cuándo entonces? —preguntó Minjeong, su voz temblando ligeramente—He intentado hablar contigo toda la semana y siempre hay algo más importante.
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La chica del avión
RomanceKarina, de 20 años, y Minjeong, de 18 años, se encuentran por casualidad en un avión y sienten una conexión instantánea. Comparten risas y anécdotas durante el vuelo, pero se separan al aterrizar. Sin embargo, el destino las vuelve a reunir más adel...