Minjeong
El silencio en la habitación era abrumador, roto solo por el suave pitido de las máquinas que monitoreaban cada latido del corazón de Karina. El coma inducido había comenzado, un estado cuidadosamente orquestado por los médicos para proteger su mente y cuerpo de un sufrimiento que se había vuelto insostenible. Había pasado una semana desde que se tomó la difícil decisión, y el tiempo, que antes parecía detenerse en cada momento de angustia, ahora fluía con una calma inquietante.
Minjeong se sentaba junto a la cama, sin apartar la vista de Karina. Sabía que este era un estado delicado, una suspensión entre la vida y la muerte donde cada segundo contaba. Los médicos le habían explicado que el coma inducido era su única opción para darle a Karina el descanso que necesitaba, una pausa necesaria para que su mente y cuerpo tuvieran una oportunidad de recuperarse. Sin embargo, también le habían advertido que no había garantías. Mientras más tiempo permaneciera Karina en este estado, más incierta se volvía la posibilidad de que despertara sin secuelas.
Minjeong repasaba cada palabra que le habían dicho, buscando algún consuelo en el conocimiento de que Karina estaba en buenas manos. Pero el miedo nunca la abandonaba. Sabía que la duración del coma podía variar, que algunos pacientes despertaban en días, mientras que otros podían pasar semanas, incluso meses, antes de abrir los ojos. Y en cada uno de esos escenarios, la sombra de la duda permanecía: ¿volvería Karina a ser la misma? ¿O el daño ya sería irreversible?
Los médicos habían sido claros; monitorearían constantemente su estado, ajustando la sedación según fuera necesario, buscando cualquier señal de mejoría. Pero Minjeong no podía evitar sentir que cada segundo que pasaba alejaba a Karina un poco más de ella. Se aferraba a la esperanza de que, cuando llegara el momento, Karina encontraría la fuerza para volver, para luchar una vez más.
Las horas se extendían en días, y Minjeong, con los ojos cansados pero llenos de esperanza y determinación, se mantenía firme. Sabía que todo lo que podía hacer ahora era esperar, esperar y seguir amando a Karina con la esperanza de que, en algún lugar profundo de su conciencia, Karina pudiera sentirlo, y eso la trajera de vuelta.
—Doctora Kim—la voz de una de las enfermeras resonó suavemente desde la puerta de la habitación, interrumpiendo el silencio abrumador que había llenado el espacio—Me había dicho que le avisara cuando llegara el siguiente paciente para su consulta.
Minjeong levantó la cabeza con un ligero sobresalto. No había escuchado los toques en la puerta, y por un momento, la realidad parecía borrosa, como si hubiera olvidado dónde estaba y qué estaba haciendo allí. La enfermera notó el desconcierto en sus ojos, la expresión de alguien atrapado entre dos mundos.
—¿Ya está aquí?—murmuró Minjeong, su voz apenas un susurro, cargada de cansancio.
—Así es—confirmó la enfermera con un tono suave, casi como si temiera romper la frágil calma que envolvía la habitación.
Minjeong asintió lentamente, sus pensamientos aún vagando en el espacio entre el presente y los recuerdos que la mantenían prisionera junto a la cama de Karina.
—Dígale que pase a mi consultorio. Iré en un minuto—añadió, su voz recobrando un poco de firmeza, aunque sin la energía habitual que solía acompañarla.
La enfermera vaciló por un instante, con ganas de decir algo más, pero optó por guardar silencio. Había algo en la mirada de Minjeong que la detenía, una tristeza profunda que todos habían notado desde que Karina había sido ingresada. Antes, la Doctora Kim era conocida en el hospital por su calidez, su sonrisa constante, y su manera amable de tratar a cada paciente. Pero ahora, esa luz se había apagado, reemplazada por una melancolía que hacía que quienes la conocían sintieran una mezcla de pena y preocupación.
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La chica del avión
RomanceKarina, de 20 años, y Minjeong, de 18 años, se encuentran por casualidad en un avión y sienten una conexión instantánea. Comparten risas y anécdotas durante el vuelo, pero se separan al aterrizar. Sin embargo, el destino las vuelve a reunir más adel...