Capítulo 53 - Impotencia

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Karina

De estar en aislamiento en el área cerrada de psiquiatría del hospital, Karina había pasado a un cuarto compartido con otras tres personas, todas ellas lidiando con situaciones similares a la suya. En este nuevo entorno, la realidad era una amalgama de sonidos y murmullos incomprensibles; las otras personas hablaban entre sí o, a menudo, consigo mismas. Karina se encontraba sumida en un silencio que parecía interminable, con la mente atrapada entre la desesperanza y la confusión.

Tumbada en la cama, Karina no podía mover ni un solo músculo de su cuerpo. Observaba el techo con una mezcla de frustración y resignación, viendo cómo el día se desplegaba lentamente frente a sus ojos. La sensación de que el tiempo se había ralentizado la envolvía en una angustia constante, cada segundo se sentía interminable.

El cansancio era abrumador. Había pasado casi dos días sin poder dormir, y la medicación que le habían administrado la mantenía en un estado de somnolencia y debilidad. No solo le habían administrado las pastillas en la boca como si fuera un animal, sino que también tenía que luchar para tragar cada dosis. Su cuerpo, ya debilitado por el estrés y el agotamiento, no cooperaba ni siquiera con las funciones básicas.

El aislamiento le daba tiempo para reflexionar, pero esas reflexiones estaban teñidas por una mezcla de dolor y confusión. Karina se preguntaba si alguna vez podría encontrar un sentido en todo esto. La falta de control sobre su propio cuerpo y mente era una de las cosas más angustiosas que había experimentado. Sentía que su vida se había convertido en una serie de momentos desconectados, sin una narrativa coherente que le diera sentido a su sufrimiento.

Las paredes del cuarto compartido parecían moverse lentamente, y los murmullos de los otros pacientes se convertían en un telón de fondo constante. Cada vez que uno de ellos hablaba, su voz resonaba en el espacio, pero no alcanzaba a penetrar la barrera de desesperanza que Karina sentía. La soledad era casi tangible, y aunque había personas cerca, la conexión emocional con ellas parecía inalcanzable.

Mientras el día se convertía en noche, Karina se encontraba inmersa en una reflexión sombría. Su mente vagaba por los recuerdos de las personas que había dejado atrás: su familia, sus amigos, y especialmente Minjeong. La imagen de Minjeong, con sus ojos llenos de preocupación y amor, se presentaba ante ella con una claridad dolorosa. Karina se preguntaba cómo estaba Minjeong, si aún la amaba a pesar de todo, y si alguna vez podrían superar esta crisis que parecía interminable.

Karina había estado acostumbrada a no pedir ayuda de ningún tipo, especialmente la profesional. Había sido una mujer que prefería enfrentar sus problemas sola, creyendo que podría manejarlo todo por sí misma. Sin embargo, el peso de la vida y el dolor emocional se habían vuelto demasiado grandes para manejar en solitario.

Solo había accedido a ir a terapia en el tercer año de su relación con Jaewook, cuando su estado emocional se volvió un poco menos crítico en comparación con el que enfrentaba ahora. En aquel entonces, había sido diagnosticada con depresión y ansiedad generalizada. Los psicólogos le recetaron pastillas que ella solía llamar "pastillas mágicas". Estas pastillas le proporcionaban un alivio temporal, un estado de calma que contrastaba con el caos interno que sentía. Aunque le ofrecían una sensación de estar flotando en las nubes, el dolor persistente en su vida seguía siendo tan real y punzante como siempre.

A pesar de todo, la idea de acudir a un psicólogo seguía siendo un tabú para Karina. En su mente, aún no había aceptado completamente que había tocado fondo. La terapia y el apoyo profesional le resultaban difíciles de aceptar, como si pedir ayuda fuera una señal de debilidad en lugar de un paso hacia la recuperación. Esta resistencia a aceptar su situación solo añadía una capa más de dolor a su ya complicado panorama emocional.

La chica del aviónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora