Karina
Karina caminaba por una estación de metro subterránea, sus pasos resonando con un eco extraño que parecía provenir de un lugar lejano, como si estuviera atrapada en un túnel interminable. No sabía en qué estación estaba ni cómo había llegado allí, pero una cosa era clara: no podía dejar de caminar. Sus piernas se movían por sí solas, como si tuvieran una voluntad propia, una fuerza que la impulsaba a seguir adelante, sin importar cuánto intentara detenerse. Sentía la presión en sus músculos, pero era como si su cuerpo no le perteneciera.
A su alrededor, la estación estaba llena de vida, pero de alguna manera, todo parecía distante, como si el mundo estuviera avanzando a su propio ritmo mientras ella estaba atrapada en una especie de limbo. Los trenes llegaban y partían, llenos de pasajeros que no parecían notar su presencia. Las luces parpadeaban, y las voces de anuncios incomprensibles resonaban en el aire, pero todo era borroso, confuso, como si estuviera bajo el agua.
A pesar de estar en constante movimiento, Karina sentía que no llegaba a ninguna parte. Era como si estuviera atrapada en un bucle, repitiendo el mismo camino una y otra vez, sin ningún destino claro, sin ninguna salida visible. Cada vez que trataba de girar, de tomar una dirección diferente, el escenario cambiaba frente a ella, pero de manera sutil y perturbadora. El mismo andén, las mismas escaleras, el mismo cartel de neón parpadeante que anunciaba destinos que no podía leer.
El tiempo parecía haberse detenido en un ciclo interminable. Se sentía desesperada, impotente, como si algo invisible la estuviera controlando, como si fuera una marioneta de su propia vida. Karina quiso gritar, pedir ayuda, pero su voz no salió; estaba atrapada en su garganta, sofocada por un miedo que no lograba comprender. Todo lo que podía hacer era seguir caminando, observando cómo la realidad se distorsionaba a su alrededor, una y otra vez.
En el fondo de su mente, una sombra oscura comenzaba a formarse, un susurro de pensamientos reprimidos y emociones no expresadas, un recordatorio de la batalla interna que estaba librando. Sabía que había algo que tenía que enfrentar, algo que estaba escondido en las sombras, pero cada vez que intentaba enfocarse en ello, su entorno cambiaba de nuevo, obligándola a seguir caminando, a seguir huyendo de aquello que tanto temía.
A pesar de seguir caminando sin descanso, Karina comenzó a notar algo extraño en su entorno. Las pantallas que mostraban los números de las estaciones cambiaban constantemente, pero ella no se movía de su lugar. Se dio cuenta de que, aunque el mundo a su alrededor seguía en constante movimiento, era ella la que estaba atrapada, incapaz de avanzar o retroceder, prisionera de su propio tormento.
De repente, uno de los trenes que se detuvo frente a ella tenía una pantalla LED gigante en lugar de ventanas. Karina la miró con curiosidad, pensando que era un comercial cualquiera, pero pronto su corazón dio un vuelco al reconocer lo que se mostraba. No era un anuncio, era su vida. En la pantalla aparecía ella misma, mucho más joven, de pie en la sala de estar de su antigua casa junto a sus padres.
La imagen mostraba la primera vez que les había contado que le gustaban las chicas. Su madre la abrazaba con lágrimas en los ojos, un gesto de amor y aceptación que Karina nunca había olvidado. Pero su padre... su padre simplemente se levantaba, dándole la espalda a su confesión, y se marchaba sin decir una palabra, dejándola sola con su madre. El dolor de ese momento, esa mezcla de rechazo y abandono, volvió a ella como una oleada de angustia.
La escena cambió, y ahora la pantalla mostraba un momento diferente, pero igual de doloroso. Karina estaba de pie frente a su padre, con los ojos llenos de lágrimas y la voz quebrada, gritándole, suplicándole una respuesta, alguna señal de que le importaba, de que aún la amaba. Pero su padre permanecía en silencio, su rostro una máscara de frialdad impenetrable. No hubo palabras de consuelo, ni gestos de reconciliación. Sólo un abismo de silencio que los separaba cada vez más.
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La chica del avión
RomanceKarina, de 20 años, y Minjeong, de 18 años, se encuentran por casualidad en un avión y sienten una conexión instantánea. Comparten risas y anécdotas durante el vuelo, pero se separan al aterrizar. Sin embargo, el destino las vuelve a reunir más adel...