◾Capítulo XVIII: El Asedio del Laberinto◾

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La tensión era palpable en el aire mientras los protagonistas, agotados y heridos, se preparaban para enfrentar a las hordas de enemigos que se acercaban rápidamente. El eco de las botas de los guardias resonaba en los pasillos del laberinto, anunciando su inminente llegada. Ian, con una mirada determinada, se adelantó, su katana brillando bajo la tenue luz de las antorchas.

-No podemos dejar que nos capturen de nuevo -dijo Ian, con voz firme-. Pelearemos hasta el final.

Wei y Lina se colocaron a sus lados, sus armas listas. Belly, aunque visiblemente preocupada por la condición de Ian, se centró en la batalla que se avecinaba. Alex, aún debilitado por sus heridas anteriores, se apoyaba en una pared, su respiración entrecortada, pero dispuesto a luchar.

-No tienen ni idea de con quiénes se están enfrentando -dijo Wei, con un destello de desafío en sus ojos.

La primera ola de guardias llegó, y la batalla estalló con furia. Ian se movía con una agilidad impresionante, su katana cortando el aire y derribando enemigos con precisión letal. Belly, a su lado, mostraba una destreza que igualaba la de Ian, sus movimientos eran fluidos y mortales. Lina y Wei luchaban espalda con espalda, cada uno cubriendo al otro y asegurándose de que ningún guardia pudiera acercarse demasiado.

-¡Alex, mantente cubierto! -gritó Lina, bloqueando un ataque y devolviéndolo con una estocada precisa.

Alex, aunque en desventaja física, utilizó su astucia y conocimiento del terreno para derribar a los guardias que se acercaban. Usaba el entorno a su favor, haciendo que los enemigos tropezaran y se golpearan entre sí.

La batalla continuó, los guardias llegaban en oleadas interminables. Los protagonistas peleaban con una ferocidad impulsada por la desesperación y el instinto de supervivencia. Cada movimiento era calculado, cada golpe era dado con la intención de sobrevivir y proteger a los demás.

-¡No podemos mantener este ritmo por mucho tiempo! -gritó Wei, bloqueando un golpe y girando para derribar a su atacante.

-¡Tenemos que encontrar una salida! -respondió Ian, esquivando una lanza y contraatacando con un corte que derribó a dos guardias.

La situación se volvió crítica cuando una nueva oleada de enemigos, más grande y mejor equipada, apareció. Los protagonistas comenzaron a retroceder, buscando una posición defensiva mejor. Belly, viendo la desesperación en los ojos de Ian, gritó:

-¡No podemos rendirnos ahora! ¡Tenemos que seguir luchando!

Con una fuerza renovada, Ian cargó contra los nuevos enemigos, su katana cortando un camino a través de ellos. Belly, Lina y Wei lo siguieron, formando una línea de defensa que, aunque delgada, era impenetrable. Alex, a pesar de sus heridas, se unió a la lucha, sabiendo que cada segundo que aguantaban aumentaba sus posibilidades de sobrevivir.

El laberinto se convirtió en un campo de batalla caótico, con los ecos de los combates resonando por todos lados. La esperanza de los protagonistas pendía de un hilo, pero su determinación era inquebrantable. Estaban dispuestos a luchar hasta su último aliento, sabiendo que la libertad y la justicia estaban en juego.

La batalla continuó, cada segundo se sentía como una eternidad. Los protagonistas, exhaustos pero no derrotados, seguían adelante, sabiendo que su única opción era luchar o morir.

El sonido de espadas chocando y gritos de batalla llenaba el aire mientras los protagonistas continuaban luchando ferozmente contra la interminable horda de guardias. A pesar de estar agotados y heridos, su determinación no flaqueaba. Sabían que su única esperanza era seguir luchando, cada uno de ellos impulsado por la necesidad de proteger a sus amigos y sobrevivir.

Infierno SilenciosoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora